LA BÚSQUEDA Y EL CAMINO
Extracto de la plática de Lionel del 20 de Febrero 2005
La senda o el camino interior, al igual que muchos otros caminos, está trazado, sólo que es difícil encontrarlo porque está cubierto de ramas y maleza, que son las distracciones del mundo terrenal y los engaños. Podemos estar parados delante de él, ansiosos de tomarlo y no verlo. Es por gracia divina que cuando clamamos por él lo descubrimos ante nuestros ojos y es ahí cuando comienza nuestra labor. Una vez que lo hemos hallado nunca lo volvemos a perder de vista, pero cuánto avanzamos en él está estrictamente basado en nuestro deseo. Si estamos demasiados distraídos con las actividades del mundo terrenal, cualesquiera que éstas sean, no es muy probable que avancemos mucho interiormente en esta vida. Cualquier lectura sagrada o filosófica, ya sea del Buda, de Jesús, del antiguo testamento de la Biblia, de santos o de sabios indican lo mismo. Algunos en frases tan sencillas como “No puedes servir a dos amos.” El proceso, sin embargo, es algo diferente de cómo el hombre se lo imagina. Éste desconocimiento del proceso es precisamente lo que no le permite continuar en el camino.
Para comenzar vamos a analizar lo siguiente ¿Cuánto tiempo lleva el hombre, como raza, separado de Dios y por qué le es tan difícil regresar, si es que se trata de un regreso? ¿O cuánto tiempo le toma al hombre evolucionar hasta convertirse en uno con la conciencia universal divina si solamente se trata de una evolución? Cualquiera que sea el caso, ya que es visto por el ser humano de las dos formas, requiere una cierta dedicación que tiene que tener como base una convicción. Mientras más fuerte sea nuestra convicción, más fuerte será nuestra dedicación. El asunto es ¿cuándo comienza? Para que el ser humano sienta que tiene que evolucionar tiene que estar convencido de que tiene un alma. O sea que es eterno y que no existe solamente en este cuerpo ni sólo por el término de vida que le toque a este cuerpo existir.
Existe la pregunta: ¿fueron todas las almas creadas al mismo tiempo? Obviamente no, la creación continúa. Las escrituras mencionan un ser de cuerpo físico en el que el Creador del Universo puso su aliento o alma y del cual hizo otro ser con diferente cuerpo físico, pero la misma alma. Esto unos lo toman literalmente y otros no. Sólo coinciden en que, en el plano físico, tienen que existir dos cuerpos con diferentes cualidades para formar un tercero. Dentro de estos, consideramos que existe un alma que es idéntica en todos los casos y que es una con la fuerza creadora. De ahí vamos formando nuestros propios conceptos y tratamos de armar una historia del ser humano y todo lo que hemos encontrado es que la apariencia física no era la misma de hoy en día y que su cerebro se ha desarrollado y posiblemente continúe desarrollándose debido a las diferentes civilizaciones que ha logrado establecer. Lo único que continúa siendo igual es el alma. El alma no evoluciona, lo que evoluciona es el conocimiento individual de la misma. Tomando en cuenta que no todas las almas fueron creadas al mismo tiempo y que la creación continúa, existen entonces almas más nuevas y más viejas, alojadas en cuerpos cuyo cerebro físico se ha ido desarrollando. El desarrollo del cerebro ha llevado al ser humano a grandes adelantos pero no necesariamente al conocimiento de su alma ni de su origen. El ser humano va por dos procesos y el proceso mediante el cual el hombre va tomando conciencia de su divinidad es mucho más lento que el desarrollo de su inteligencia cerebral, o sea la producida de una forma totalmente genética que está más avanzada en unos que en otros pero que no está necesariamente conectada al conocimiento interior de su realidad porque éste no está alojado en el cerebro. Es sólo cuando el alma ha existido como individuo en diferentes cuerpos, tanto etéreos como físicos, que retorna a su origen. Entonces adquiere la capacidad de existir tanto como individuo que como parte del todo. Cuando el individuo se comienza a percatar de este proceso se despierta en él un anhelo por conocer la verdad y su mente lo lleva a diferentes búsquedas. Es un deseo desconocido e impredecible en el que por un largo tiempo está viviendo en dos mundos, uno conocido y otro por conocer. Sus encarnaciones en la tierra pueden llegar a ocurrir con más frecuencia porque ya no viene tanto a pagar deudas como a aprender más rápidamente por medio de experiencias que lo llevan a separarse de sí mismo como individuo y experimentar momentos de éxtasis o rapto donde deja de ser él como se conoce, pero manteniendo aún su individualidad. De ahí vienen frases como la de Santa Teresa de Jesús: “que muero porque no muero”.
Por otra parte, mientras más se ha ido desarrollando genéticamente el cerebro del ser humano, más independiente se siente éste de la conciencia divina. Hoy día el hombre tiene grandes poderes desarrollados a través de él mismo que lo independizan de cualquier posible divinidad. Su cerebro ha llegado a alcanzar una inteligencia tal que no tiene que contar con ninguna intervención divina para su existencia y hasta llega a ignorarla y aún depreciarla actuando en contra de las reglas de su propia creación. Líderes escogen negar la existencia de una fuerza sobrenatural que pueda competir con la suya, o de la contrario, usan esa fuerza para engañar a sus súbditos haciéndoles creer que están actuando en su nombre.
Es conocido, por supuesto, que muchos seres humanos tienen la tendencia de tratar de encontrar a la Divinidad según sus propias ideas individuales. Usualmente no puede aceptar que la búsqueda se trata de un acercamiento a través de un desarrollo interno para el cual existen ciertos pasos y disciplinas que han sido pasadas de generación en generación por los que han llegado a un cierto conocimiento.
En sus dudas el individuo inventa medios que vayan de acuerdo con sus propios conceptos deducidos a través de ideas que lo favorecen a él. Éste a veces termina saltando de un sistema a otro o de una religión a otra buscando el acomodo que le permita continuar siendo como es sin necesidad de tener que hacer ningún cambio. Ésa es la diferencia entre el que busca la verdad y el que trata de acomodar la verdad a su mente, personalidad, necesidades o caprichos.