Introducción
Estamos entrando a una nueva vida – una nueva forma de pensar, una nueva forma de actuar, un giro total. Estamos caminando por el terreno virgen por el que nunca se ha andado en esta Tierra. Somos pioneros del Espíritu, guiando a la humanidad de regreso a Dios.
Hilda
Dios tiene un plan magnífico guardado para la humanidad: La Edad de Oro de Dios. Un tiempo de amor, armonía y balance está por amanecer en esta Tierra. Sólo que primero, lo viejo tiene que morir, interna y externamente: la personalidad debe pasar por un tiempo de tribulaciones para conocer la senda del amor incondicional. Las formas externas de vida que reflejan los antiguos pensamientos de egoísmo y miedo deben ser disueltas. La antigua mentalidad está destruyendo nuestro mundo con una insensata indiferencia por la integridad de nuestro ambiente y está peligrosamente conduciendo a nuestro planeta a un punto peligrosamente cerca de la aniquilación.
Vivimos en un tiempo que se inclina tanto a una espantosa crisis como a grandes posibilidades, porque aunque lo viejo está muriendo, las energías que dan inicio a una nueva vida están emergiendo. En su último año, consciente de que ya no estaría mucho más tiempo en la Tierra, Hilda enfatizó la venida de la crisis para así causar profunda impresión en sus “chicos” sobre la urgencia de un cambio personal fundamental. Ella era una maestra del la escuela de la Tierra, y creía en el conocimiento innato, el poder y el amor en cada individuo. Luchó con toda su fuerza para hacer brotar la realidad interna en todos, porque esa es la única solución para terminar con la angustia que la humanidad se ha causado a sí misma. Ella enfatizó que aquellos que se refugien en la divinidad interna que existe en cada ser humano, podrán llegar a soportar las adversidades de estos tiempos y, verdaderamente, si suficientes personas se voltearan a Dios y se encargaran de una transformación personal, entonces hasta las más espantosas consecuencias de la avaricia y el egoísmo humano podrían ser evitadas.
Escoge la vida regenerada, insistía ella, y encontrarás no la aflicción y la congoja, sino más bien la luz, la dicha y el gozo.
Este es nuestro sagrado encargo de parte de Hilda: ser pioneros del espíritu, constructores de una Nueva Era de Dios. Es una tarea que no podemos ignorar, ya que el propio desarrollo de la humanidad depende de ella.
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