Pioneros del Espíritu

Las últimas enseñanzas de Hilda Charlton

Capítulo Nueve

MI HISTORIA

Esta plática fue presentada el 1 de Diciembre de 1987
en la sede de la  Asociación de Salud Holística del área de Princeton, en Princeton, New Jersey

 

Esta noche voy a contarles algunas historias. He venido aquí para compartir con ustedes ciertas formas de superar esas últimas pequeñeces en nosotros. Yo puedo observar que ustedes están muy adelantados, pero son esas últimas cosillas, ese último tramo de la subida a la montaña, lo que se convierte en la parte más difícil. La primera parte es fácil, ya que es hasta divertida. Suceden milagros. Ustedes me llaman y me cuentan. “¿Qué cree? ¡Tengo coche nuevo! Oré por uno y me llegó. Alguien me lo regaló.” Eso quiere decir que estamos en la pseudo-religión. ¡Por supuesto que se nos pueden dar milagros! A mí me encantan. Pero no son el objetivo final.

Nosotros podemos habernos liberado de todo, haberlo entregado todo y aún  no haber verdaderamente entregado lo que se encuentra en las cavidades de nuestras cavernas internas, lo que no hemos tenido el valor de enfrentar por el hecho de que tenemos sentimientos de indignidad. Por lo tanto, esta noche vamos a tratar el tema de esa profunda limpieza.

Lo que yo tengo que ofrecerles viene de grandes maestros que he conocido en este plano y en otros planos que llamamos los cielos o “lokas” en sánscrito. Me estoy refiriendo a los Maestros de la Gran Logia Blanca. Cuando yo comencé en este camino, yo era una joven y ardiente bailarina. Una vez fui a un servicio en una iglesia y había seis personas allí.  Yo me quedé muy sorprendida de que la gente no iba a las iglesias porque yo me había criado como agnóstica y apenas comenzaba a asistir a iglesias.  Cuando regresé a mi casa, decidí cambiar toda la rutina de mi danza y convertirla en algo espiritual. Decidí llevarle a Dios a la gente a través de mi danza, ya que no lo estaban yendo a buscar en los templos. Como ya les dije, yo era joven, ardiente y llena de eso que llaman brío – porque yo había leído en alguna parte que Dios escupe de su boca todo lo que es  tibio. Eso dice algo ¿no es así? lo tibio, la gente que hace las cosas a medias. Yo prefiero decir que tenía una obsesión ¡pero que obsesión! – una divina obsesión de encontrar a Dios. Eso mismo es lo que ustedes, todos ustedes aquí, tienen o no estarían sentados en esta reunión, especialmente los que están sentados en el suelo, cuando podrían estar cómodamente sentados en sus casas.

Comencemos por los Maestros, o por lo menos los pocos con los que yo he tenido el gran honor y privilegio de haberme encontrado ¿Les gustaría que les hablara de ellos?

Lo importante no es a quién yo conocí, sino que ustedes sepan que  en sus propias vidas en  algún lugar, quizás en  las Himalayas o en los cielos, alguien los está observando y cuidando ¿Comprenden esto? ¿Todos lo comprenden?  Están siendo observados y mientras avanzan, les dan más y más enseñanzas cuando están durmiendo por las noches.

El primer maestro que yo conocí se supone que hubiera sido un yogui, pero era un farsante ¡Ah!, pero que farsante! Me enseñó muchas cosas de valor. Me habló de Vivekananda y de Ramakrishna. Me habló de Jesús. Y todo de una manera muy especial y muy bella. Él no vivía las enseñanzas, pero eso era su problema, no el mío. Él me hizo pasar por las perores austeridades que se puedan  imaginar.

Nosotros éramos una  familia que se llevaba bien. Durante la comida del primer Día de Gracias que pasábamos sin mi padre, quien había fallecido ese año, estábamos sentados a la mesa cuando nos dimos cuenta de que mamá estaba metida en algo.  Unos días antes se nos había extraviado el perro y una señora que estaba muy metida en las enseñanzas de la India lo había encontrado y nos lo trajo. Esa señora estaba estudiando el Bhagavad Guita e invitó a mi madre a las reuniones que estaban teniendo. Resultó que todos estábamos comiendo juntos y de pronto mi madre se puso de pie y dijo: “Me tengo que ir” y se fue. Nos miramos los unos a los otros  preguntándonos a dónde iría mamá. Especialmente en el medio de una comida. Pero lo que esa señora había dicho de antemano era: “Si Dios no representa más para ustedes que una comida del Día de Gracias, entonces ustedes no están verdaderamente metidos en esto. Yo los quiero a todos aquí en la reunión el Día de Gracias.” Por lo tanto, mi madre fue ¿Qué ponemos primero? ¿Cuál es nuestra prioridad? ¿Dios o el mundo? ¿Dios o nuestra familia? En el caso de Jesús cuando le dijeron que su familia estaba llegando de visita. El dijo  que  su familia estaba ahí con Él ¿Recuerdan pasaje en la Biblia?

Resultó entonces que un yogui que estaba en su viaje de regreso a la India pasó por el pueblo. Mi madre dijo que iba a haber una clase y lo le dije que yo iría a oírla. Desde esa noche en adelante mi vida se convirtió en una carrera al cielo. El yogui me dijo: “Siéntate en el piso”. Me senté y él me puso una pierna doblada sobre la otra en posición de loto diciéndome: “No te muevas hasta que yo te diga”. Dos horas después yo ya creía que me  iba a morir, pero no me moví. Yo lo tomé muy seriamente y sentí que no debería moverme ¿por qué? yo no sé. Era como si algo en mi interior me lo dijera. Yo no sabía de qué se trataba eso, pero sí sabía que algo querría decir.

Entonces me dijo: “¿Darías una hora al día por la paz?” Ya entonces sospeché que había algo detrás de eso y me daba un poco de miedo decir que sí porque pensé que a lo mejor eso me iba a causar un gran cambio en mi vida. Yo era una bailarina y mi vida era muy divertida, la estaba pasando muy bien en la Tierra. Tenía una vida buena. Pero lo pensé por un rato y dije que sí y desde el momento en que lo dije, sabía que me había inscrito en el bando correcto, el que estaba del lado de Dios ¿Comprenden lo que quiere decir el que yo haga dicho que sí, que daría una hora al día por la paz? Desde ese entonces, yo he dado más que una hora al día  por la paz. – He dado veinticuatro de las veinticuatro.

Este yogui me hizo pasar por cosas que ustedes no se podrían imaginar. Fuera lo que fuese que yo hiciera, estaba mal. Si a alguno de ustedes no le gusta que lo critiquen, deberían  de haberlo tenido a él de maestro. Pero ¿ven? yo creía que él era un hombre de Dios y creía que yo estaba pasando por una prueba. Y debido a que yo creí que él me estaba probando, cualquier cosa que él dijera o hiciera era aceptada por mí y tenía que hacerla. Si tan sólo supieran, queridos míos, que alguien los está observando y los está poniendo a prueba en todo momento, no caerían en el ego, ni en el orgullo ni en nada semejante ¿Pueden darse cuenta de esto?  Están siendo observados.

Él me decía: “Bien, ahora vas a ser maestra de ceremonia.” Después me decía: “Echaste a perder toda  la función, estuvo completamente echada a perder.” Si se me salía una lágrima, me decía: “No seas tonta.” Me llamaba delante de todos los  presentes y al llamarme le agregaba una letra a mi apellido. Mi apellido es Charlton y él decía Charlatana, “Hilda Charlatana”. La gente se me quedaba viendo. Entonces me decía lo horrible que sería para mí si reaccionaba de alguna forma. Recuerdo una vez que estábamos todo el grupo en el campo y yo volteé la cabeza para observar una flor. Enseguida me dijo: “Muy bien, no te muevas. Ahora medita. No te muevas.” Por las siguientes dos horas tuve que meditar en esa posición. Si nunca han meditado con el cuello torcido,  prueben por quince minutos. Después de que me dijera que me  podía mover, no podía enderezar mi cuello. Él me hizo pasar por todo ese tipo de disciplinas.

Una vez me dijo: “Te voy a hacer una prueba. No vas a hablar ni una palabra hasta que yo te dé permiso.” Y procedió a dar una plática de dos horas. Al parecer, él me echó algún tipo de encanto o poder que me ocasionó que todo lo que yo quería hacer era hablar, pero yo me retorcía la lengua y me mordía los labios. Al final de la clase me dijo, “Bien hecho” ¿Por qué? Porque hay que considerar que según la energía va subiendo, si se sale por la boca, o no está controlada de alguna forma, no puede llegar al Monte Everest, que es el chakra de la corona de la cabeza. Si cuando la energía va subiendo, toca el ombligo, eso trae poder. Si te quedas en ese poder te estancas – si te quedas parado en el poder no tienes amor – Muchos de los maestros que vienen de la India tienen mucho poder, pero no tienen amor porque se quedaron trabados ahí en el tercer chakra. No es hasta que la energía llega al área del corazón espiritual que comienza a  convertirse en amor, o sea, cuando llega al cuarto chakra. Y así cuando la energía ha logrado llegar a la garganta, hablas de  cosas divinas, entonces la energía llega al tercer ojo y tiene que continuar elevándose  hasta llegar a la cabeza.

Esas fueron algunas de las pruebas por las que ese primer yogui me hizo pasar. No pueden imaginarse mi descanso cuando lo fui a despedir a la estación de ferrocarril, después de tres meses. Estaba desesperada porque el tren acabara de arrancar ¿Por qué? Porque quería probar algunas de las cosas que él me había enseñado. Quería ponerlas en práctica.

El siguiente maestro que encontré era un  verdadero Maestro – Yogananda. Fui a Santa Bárbara a ver a Helen Bridges, la artista que dibujó a Babají, el Gran Maestro, siguiendo la guía de Yogananda. Ella tenía un cuarto del tamaño de este pequeño foro, haciendo las veces de ashram para Yogananda, Paramahansa Yogananda. Él llegó,  no podía haber habido más de diez de nosotros allí. Cuando estaba hablando vi una luz brotar de  sus ojos y sentí que esa luz me penetraba. Al finalizar la sesión, él estaba parado en la puerta despidiendo a cada uno. Yo pensé que al llegar mi turno el me diría: “¡Mi amada, has llegado!” pero no fue así, sólo me dio la mano y yo salí al aire freso de Santa Bárbara en un éxtasis total.

Después, debido a que me había excedido con mi yoga, me empecé a sentir muy mal, en sí, me enfermé. Si me decían inspira contando hasta siete y aguanta la respiración contando hasta catorce. Yo pensaría que era aún mejor si inspiraba hasta contar cincuenta y aguantaba hasta contar cien. Yo sólo quería llegar más rápido que nadie a la meta, pero no existe tal cosa. No se puede llegar más rápido a la meta, así como no puedes abrir el botón de una rosa, ésta tiene que abrirse por sí misma. Uno tiene que desplegarse por sí mismo.

Me sentía enferma y sólo pensaba que ojalá pudiera llegar a ese Yogananda. Una amiga y yo íbamos a ir a Santa Bárbara, pero yo le pedí que mejor me llevara a casa de nuestra amiga Helen Bridges. Cuando llegamos allí, había un coche esperando y Helen dijo: “Nos queda un espacio en el coche. Vamos a ver a Yogananda que está en Encinitas y estábamos esperando a ver a quién le tocaba ese asiento vacío.” Pues yo dije, “obviamente a mí.” Estuve tan enferma durante todo el camino que no pensaba que iba allegar con vida. Al llegar, me pusieron en una extraordinaria habitación con cortinas de satín y vista al mar. Ahí estaba yo sola, pensando que me iba a morir, cuando alguien tocó a la puerta. Nunca lo olvidaré. Nunca podría haber soñado que el Maestro viniera a mi habitación. “Pase”, dije. La puerta se abrió y ahí estaba Yogananda con una luz a su alrededor y una refulgencia que abarcaba la entrada a la habitación. Me sané al instante.  Ni siquiera tuvo que decir “Sánate”. Fue algo extraordinario. Entonces me preguntó “¿Te gustaría aprender?”. Yo contesté: “Sí, me gustaría aprender”- “Muy bien”, contestó. “Ven conmigo a Mount Washington.” Al rato estaba yo sentada en su coche camino a Mount Washington. Bueno, yo no sé como ustedes ven las cosas, pero yo siempre pensé que los santos hablaban de Dios en todo momento, sin embargo de todo lo que habló Yogananda durante el camino fue de que comiera mucha zanahoria y tomara jugos de zanahoria y comiera muchos alimentos crudos. Él era verdaderamente holístico. Ésta era una primera experiencia para mí, nunca pensé que un yogui hablaría tanto sobre alimentos. La verdad es que no podía encontrar la espiritualidad en eso, pero todos los yoguis que fui conociendo en el futuro me hablaron de lo mismo.

Así fue como llegué al ashram de Mount Washington que era un enorme lugar. En una  ocasión hice una cita para verlo. Se supone que la cita fuera para las siete de la tarde. Llegaron las siete, las ocho, las nueve, las diez, las once, las doce, la una, las dos. A las tres de la mañana vinieron por mí y yo subí a donde él estaba. Era como haber entrado en el cielo. Al parecer, él apenas dormía. Tuvimos nuestra entrevista a las tres de la mañana. Le canté. Canté unos cantos Maya que me habían sido dados en meditación y él me confirmó que eran genuinos. Entonces me dijo: “¿Te quedarías conmigo? Tendrás un lugar para ti en el ashram.” Estuve pensando todo el resto de la madrugada y le tuve que decir que no por que yo no quería ¿cómo se podría explicar? atarme a nada. No quería incorporarme a nada. Quería ser un alma libre ¿Pueden comprender eso? Ser un alma libre sin sentirme atada a nada ni a nadie porque eso sería un limitante para mí.  Así que yo seguí mi camino y mucho después, cuando iba a ir a la India, lo fui a ver y él me dio cartas de recomendación y tuvimos una estupenda plática.

Entonces me fui a la India. Cómo no tenía dinero, fui de bailarina. Bailarina  clásica. Bailé por todas partes en la India y después me quedé allá. Estuve en Ceylón  (hoy Sri Lanka) por un tiempo. Les voy a hacer una corta historia de un yogui – Yogi Swami. Él era físicamente tal y como uno se imagina que un yogui debería ser, flaco, con una larga melena gris y barba, simplemente maravilloso. Cuando yo lo iba a ver tenía que viajar toda la noche en un tren viejo hasta Jaffna, donde hay una guerra ahora. Esta vez que les voy a contar, yo traía conmigo un pedazo de alcanfor1. El día anterior, mi amiga había llevado a una persona a conocer al yogui y esta persona estaba muy interesado en saber sobre cosas muy mundanas. Cuando esta persona llegó a ver al yogui, él le preguntó “¿Qué traes a tu espalda?” El hombre contestó: “Alcanfor” y el yogui le dijo: “Quémalo en tu boca”. Los yoguis pueden ser muy duros. Entonces se volteó hacia mi amiga y le dijo: “¿Por qué traes a esta clase de persona aquí”.Al día siguiente llegué yo  y también traía alcanfor y ya había oído esta historia. Cuando llegué me preguntó: ¿Qué traes a tu espalda? Yo le contesté: “Alcanfor”, y me dijo: “Pasa, pasa” ¿Ven?

Cada vez que iba a verlo me decía ¿Cuánto dinero tienes? Al igual que Yogananda con la comida - A veces pensaba ¿qué clase de persona es ésta? Yo nunca le contestaba y él sabía que yo no tenía dinero. Me preguntaba ¿Cuanto es tu sueldo? Pero yo no tenía ningún sueldo. Al fin un día fui honesta con él y le dije: “Yo no tengo nada de dinero”. Él no más dijo: “¡Oh!”. Entonces hizo que un joven tomara un libro y leyera. Mientras el joven leía, él estaba ahí sentado haciendo ciertos movimientos con sus manos. El joven leyó: “Hay una mandíbula superior y una inferior y la lengua es la conjunción. La lengua hace el sonido y el sonido es prosperidad.” El yogui interrumpió diciendo: "¿Qué palabra es esa? La pronunciaste mal ¿Cómo se escribe prosperidad?” El joven la deletreó. Y todo ese tiempo el yogui estaba moviendo una mano, haciendo algo ¿comprenden? Después de ese incidente yo no volví a tener problemas de dinero. Quiero que sepan que ustedes tienen la misma oportunidad ¿Pueden comprender esto?

Una vez, antes de ir a la India, estuve ayudando a mi mamá Yo estaba viviendo en Santa Bárbara y me había regresado y le estaba haciendo los quehaceres de la casa. Ella estaba en el negocio de bienes y raíces y yo me ocupaba de llevar las cuentas del dinero de la casa. Un día cuando quedaban sólo tres centavos, me quedé con ellos para mí. Los Maestros, los invisibles Maestros de la Gran Logia Blanca ya se habían acercado a mí en ese tiempo y me estaban entrenando. Oí a mi Maestro decir: “Si te robas tres centavos, te robarías grandes cantidades de dinero si llegan a tus manos.” La verdad que no hice caso y me quedé con los tres centavos. Ese día salí en la carcacha que tenía por auto y de pronto empezó a hacer “put…put…put” y se le acabó la gasolina. Caminé a un pequeño dispensador de gasolina y le dije al que me atendió: “Déme un galón de gasolina porque eso es todo lo que tengo.” Pero en mi interior dije: “No. Yo tengo la abundancia”. Me regresé al coche, le eché la gasolina, miré de nuevo en mi monedero y donde había habido sólo lo suficiente para un galón, se había llenado de monedas porque yo había declarado que tenía la abundancia del universo. Me regresé al dispensador de gasolina y sin contar a ver cuanto tenía, le pedí cinco galones al que estaba atendiendo ¿Y saben cuantos centavos me quedaron después de pagar por los cinco galones? Tres centavos – y oí al Maestro como se reía.

En ese entonces estaba metida en lo que se le llamaría pseudo, pues ya saben, lo que le llamamos demostrando. Yo tenía esta carcacha de auto y decía: “Mi tanque de gasolina siempre está lleno. Mi tanque de gasolina siempre está lleno.” Y siempre lo estaba, por supuesto. Yo lo estaba manifestando. Sin embargo un día hizo bomp, bomp, bomp y se paró. Un señor vino a ayudarme y yo le pregunté: “¿Tendrá suficiente gasolina en el tanque?” Y él contestó: “Sí, está lleno, pero la gasolina no está llegando al motor. La línea está bloqueada.” ¿Pueden ver el poder que hay en eso?  Cuando rezamos, tenemos que hacerlo de la forma correcta. Yo sólo hice la mitad. Yo sólo le pedí a Dios que no se me acabara la gasolina. Yo no dije: “Dios, haz que mi carro funcione en todo momento”. Sean cautelosos con sus plegarias, porque pueden recibir respuestas, pero asegúrense que sea una  respuesta completa.

Ahora, para hablar de otros Maestros, me gustaría hablar un poco sobre Mahadevananda, él fue mi instructor de yoga. Cuando yo lo conocí tenía como 160 años y parecía tener 45. Era algo maravilloso. Su cuerpo se había deteriorado, había perdido sus dientes, y se fue a las Himalayas y se rehizo a sí mismo. Cuando yo lo conocí ya llevaba muchos años de haber regresado. Era un ser extraordinario, podría estar hablando de él por mucho rato. Aún conservo una foto suya y de vez en cuando, cuando estoy muy preocupada por algo, lo oigo diciéndome a través de la foto: “No te preocupes, Hilda, no te preocupes.” ¡A través de la foto lo oigo hablarme! Yo podría hablarles de estos Maestros por un largo rato, pero tenemos que seguir adelante con nuestra lección.

Nityananda, ésta es una historia maravillosa y es la historia que quiero que entiendan bien – él no era un hombre. Era Dios. Él fue encontrado debajo de un arbusto, no nació de una mujer. Una hariyán, una mujer pobre, lo recogió y se lo llevó a su casa. Ella no podía hacer que comiera nada. Lo iba a poner en un canasto – como en la historia de Moisés – y lo iba a poner en un río cerca de donde había sido encontrado y dejar que la criatura se fuera flotando porque no quería alimentarse. En eso llegó un hombre santo y le dijo que pusiera un pedacito de la carne de un cuervo en la boca del bebé. Al mismo tiempo que estaba hablando el santo, llegó un hombre con un cuervo en la mano. La mujer tocó la  lengua del bebé con la carne del cuervo ¿Entienden lo que eso hizo? Bajó la taza vibratoria del bebé de lo etéreo a este plano de conciencia que llamamos físico.

Eso sí les recomiendo, si se sienten muy etéreos no se les ocurra comer carne de cuervo. Coman hamburguesas de soya, pero coman algo, sí, coman algo. Una persona me llamó un día para decirme: “Me siento tan etéreo que no sé que hacer. Estoy sangrando.” No recuerdo por donde me dijo que estaba  sangrando, pero yo le dije: “Está bien, ve y come algo”. Él me contestó: “Está bien voy a comerme una hoja de lechuga”. Lo que hice fue enviar a alguien a su casa. para que lo enseñara a comer algo como lentejas, frijoles y a comer  apropiadamente, holísticamente, con una dieta bien balanceada. Así que ya saben, cuando se sientan demasiado etéreos y están caminando con los pies en el aire y se ponen nerviosos, vayan y cómanse una buena comida ¿Comprenden esto? Les estoy dando algo práctico para que lo sepan porque no creo que yo vaya a  poder regresar a Princeton. Así que agarren todo lo que puedan.

Mi encuentro con Nityananda es algo especial.  Yo estaba en mi casa en Oakland, California, haciendo mis ejercicios de respiración, inspirando y expirando, inspirando y expirando. Ay Dios, yo había leído en el libro de Vivekananda como inspirar un tanto, aguantar un tanto, expirar un tanto y yo lo estaba doblando y triplicando y sentía como un fuego dentro de mí. Me estaba quemando a mí  misma por ese ardor. De pronto en una esquina de la habitación aparece un yogui y hasta trajo con él un árbol bajo el cual estaba sentado. Yo me le quedé mirando. Esto duró unos cuarenta segundos y se desapareció.  Entonces sentí que podía respirar y aguantar y hacer todo lo que quisiera. Él me dio la gracia. Se asomó desde la India, donde él estaba, en Ganeshpuri, y vio a esta chica tonta haciéndose pedazos con su propia respiración y se dijo: “Mejor que vaya a ayudarla”. Y me ayudó. Siempre va a haber quien los ayude ¿Entienden esto? Siempre va a haber alguien que los ayude. Se los digo. Nunca están solos, nunca.

Años después, yo estaba en la India, estaba en un taxi en el que había una foto de un hombre santo. En la India es muy común que los taxistas tengan una foto de su gurú en el taxi y le ponen lucecitas como las guirnaldas navideñas. Yo le pregunté al taxista de quién era la imagen. Él me contestó: “Es de un gran, gran Maestro en la jungla en las afueras de Bombay.” Decidí ir a verlo y así lo hice. Era el santuario de Sai Baba de Shirdi. Allí conocí a una señora que me dijo: “Vámonos a Ganeshpuri.” Y cuando llegamos ¿quién estaba allí? Antes de decirles, tengo que contarles la historia de lo que sucedió.

Yo estaba en Delhi. Éramos tres, un señor que había estado en un accidente aéreo, su hermana y yo “¿De qué se trata todo esto?”, me preguntaba a mí misma “¿Por qué no me regreso al mundo real?” En el hotel me paseaba de arriba abajo como si no estuviera cuerda diciéndome. “Si no veo a mi Krishna hoy, nunca lo veré en esta vida. Si no veo a mi Krishna hoy, nunca lo veré en esta vida.” Fui a la habitación donde se encontraba mi amiga y le dije: “Vámonos a Brindavan.” Yo no sabía dónde se encontraba Brindaven, pero era el lugar de Krishna. El hermano de ella dijo: “Pero yo estoy enfermo. Acabo de estar en un accidente.” Yo le dije mientras pensaba en él con gran concentración: “¿Cómo te sientes ahora?” Él contestó: “Bueno, me siento mejor”. Y yo les dije: “¡Empaquen y vámonos!” Llegamos a Brindavan y tomamos una “tonga” que es un vehículo de tres ruedas.  El chofer nos estaba llevando al templo. Pero yo comencé a enloquecer de nuevo “Esta tonga nos está llevando al lugar equivocado. Pregúntenle a ese hombre que está ahí parado”. El hombre que estaba parado en la calle fue lo suficiente atento con nosotros como para subirse a la tonga con nosotros y guiarnos hasta donde estaba el templo. Cuando llegamos nos dijo: “Aquí me separo de ustedes porque voy a ver a mi Maestro”. Yo enloquecí de nuevo y le dije: “Entonces llévanos a tu maestro”. Él se sintió algo apenado y nos dijo: “Bueno,  yo no sé si yo puedo”, pero lo hizo de todos modos. Nos fuimos caminando con él por las calles de Brindavan.  Y ¡Ah! chicos, en la India uno va caminando por las calles a las seis de la tarde y de cada casa que uno pasa brota el olor a incienso. Todo el mundo está prendiendo incienso y las calles están aromatizadas. Esto ocurre especialmente en Brindavan que es la tierra de Krishna.  Cuando uno llega a Brindavan ve a Krishna por todas partes. Todo es Krishna. La gente maneja taxis por Krishna. La gente baila por Krishna. La gente vive por Krishna. Y el señor nos llevó a su maestro. Yo tría un tremendo dolor de ciática debido a los días que estuve en el frío de Delhi sin haber traído la ropa apropiada. Por lo que estaba sentada, pero recostada. El maestro me dijo siéntese derecha y no sea holgazana. Entonces el “ida” y el “pingala” se elevaron por mi espina dorsal. Él lo hizo y me mantuvo en el camino.

Después estábamos en Bombay y decidimos ir a Ganeshpuri. En cuanto llegué y vi al Maestro, Nityananda, supe que había sido él, el que me había ayudado en Oakland, California., a diez mil millas de allí y también en Brindavan ¿Pueden comprender esto, queridos míos? Siempre hay quien nos esté cuidando. Aunque te sientas abandonado, aunque no tengas a nadie, aunque sientas que estás teniendo que luchar demasiado, nunca estás solo. Había una cola de personas que estaban pasando frente a Nityananda, y él sólo estaba sentado ahí. Era como Dios Todopoderoso. Yo estaba como pasmada. El sudor corría por todo mi cuerpo y no me podía mover. Entré en rapto ahí parada y la gente me daba la vuelta en la cola. Cuando volví en sí, salí corriendo y me puse al final de la cola de nuevo para poder pasar otra vez y ver a este gran ser porque al fin había encontrado lo mío. Sabía que ya no tenía que buscar más. Cuando encuentras lo tuyo, lo sabes en tu corazón. Tu corazón deja de buscar. Puede que sea Jesús, puede que sea la yoga, puede que sea una verdad interior, pero cuando lo encuentras. Ya no tienes que buscar más. Es maravilloso.

Después de ese encuentro yo iba a verlo. Tomaba el tren de tercera clase con las mujeres y los traficantes de pescado, el olor y los gritos de “¡mahla, mahla, mahla” que quiere decir pescado.  Entonces decidí quedarme allí por un año. Pensé que iba a llegar a allí y hacerla hasta llegar a Dios. Pero lo oí decirme: “Escribe y pregunta cómo estoy”. Le escribí a un señor que era la cabecera del Departamento de Hierro y era su discípulo. Él me contestó que Nithyananda había fallecido. Me fui a Ganeshpuri y me paré delante de su silla y dije: “¿Por qué hiciste esto? Yo venía a pasar un año contigo ¿Por qué hiciste esto?” Yo le oí decir: “Nunca más volverás a verme excepto como el Atma, o Dios, en tu propio corazón”. Él era duro, se los digo. Ero el mejor maestro posible, nos comunicábamos de mente a mente. No hablábamos con palabras.  Lo único que decía era como un gruñido que hacía: “Unh, unh”. Mucho tiempo después conocí a una persona y le pregunté: “Usted conoció a Nithyananda ¿Le dijo él algo extraordinario en alguna ocasión?” Y él me contestó: “Sí”. “¿Y qué le dijo?” pregunté,  “Él me dijo ‘Unh’.”

Para traer esta historia al presente, en Nueva York, yo salí de compras sola recientemente, algo que yo nunca hago, y salí de la tienda con mi bolsa abierta y este tipo se me vino encima para quitármela. Yo me le vine encima a él y dije: “Unh”. No pueden imaginarse cómo salió corriendo. Yo les digo, es mejor que una pistola o el aerosol irritante. Es mejor que todo. Fue Nithyananda el que lo hizo adentro de mí ¿Comprenden esto? Cuando di la vuelta el tipo estaba de regreso. Me estaba  mirando.  Yo volví a hacer “Unh”. El pobre hombre se aterrorizó y salió corriendo de nuevo. Nithyananda me estaba cuidando. Pero yo también fui una tonta en estar parada en Broadway y la calle 103, que de por sí no es un lugar muy bueno que digamos, con mi bolsa abierta. Uno no debe hacer eso donde hay gente pobre o necesitada porque, en sí, uno está creando karma para los demás. Uno está creando karma para los demás, cuando está siendo descuidado con su bolsa.

Ahora quiero hablarles sobre nuestros tiempos presentes. Tienen que darse cuenta de que estamos entrando en una Edad de Oro ¿Pueden comprender esto? Esto es lo que vamos a ser. Es un precursor. Todo lo que les puedo decir es que están siendo observados y amados. Si están sentados aquí es porque son conocidos. Cuando la luz de la aspiración y la inspiración brilla sobre sus cabezas, los Maestros dicen: “A ése lo tenemos que enseñar”.  Se acercan a ustedes por las noches y no los dejan vagar por los planos  astrales, sino que los toman y los enseñan. Existe el espacio en donde los Maestros nos enseñan por las noches. Ustedes saben esto, pero les falta el deseo de salir adelante.

Quisiera recordarles algo más. Obsérvense en el espejo en las mañanas. Si se sienten mal, se sienten enfermos o se ven que lucen feos, o lo que sea, digan: “Soy hermoso. Estoy radiante” Si tienes cuarenta y dos años, di tengo veinticuatro años: “Tengo veinticuatro años y me siento maravillosamente bien. Soy saludable. Estoy maravillosamente bien. Maravillosamente bien.” Comiencen así su día, viéndose al espejo.  Usa el espejo positivamente para reflejar tu verdadero y maravilloso ser.

Los Maestros dicen no ver el exterior de las personas sino su ser. No importa como estén actuando exteriormente, vean su espíritu. Igualmente observen su alma y vean su perfecto Ser.

¿Por qué tenemos que sentirnos mal, por qué tenemos que estar enfermos cuando tenemos una mente que puede crear una nueva vida para nosotros? Si no tienes empleo vete al espejo y di: “Oh, doy gracias a Dios por mi excelente trabajo”. Si tu jefe es malo, di: “Mi jefe es tan bueno” y puede ser que ese día vayas al trabajo y el jefe te trate bien. Cambia tu vida. Sé el dueño de tu propia vida ¿Pueden entender esto claramente? Pues ¡Aleluya! Hasta ahí llegó mi evangelización.

No le temas a nada. Entra en tu corazón. Entra y acéptate tal y como eres ¿Te vas a aceptar tal y como eres? Nadie te está juzgando allá arriba. Los ángeles no te están juzgando; Jesús no te está juzgando, ni María, ni Moisés, ni Elías. Nosotros somos los tontos que nos estamos juzgando.

Podrán librarse de sus iniquidades en este momento y decirse a sí mismos: “No me voy a juzgar. Si ellos no me juzgan, yo no voy a juzgarme más”. Acéptate en este momento tal y como eres. Con todos los pecados que has cometido, desde los más grandes hasta los más pequeños, acéptenlos como escalones en este momento. Esto es sólo una escuela, aquí abajo ¿No invita Jesús a que vengan a él todos los que sufren? Pongan sus cargas y sus sufrimientos a los pies de Jesús en este momento.  

Tomen estas palabras según las voy diciendo – amando por amor, sin depender de nadie para poder amar, el amor fluyendo por fluir, trabajando por el trabajo, y viviendo la vida por la libertad. Queridos míos, ustedes son verdaderamente seres benditos. Démosle la espalda al comportamiento de Adán. Cuando Adán cayó ¿en qué cayó? No en una hoja de parra, queridos míos, cayó en la auto-consciencia y nosotros hemos sido auto-conscientes desde entonces. Si le preguntamos a alguien quién es, nos dice su nombre, no nos dice “soy Dios”. Perdimos esa consciencia a través de Adán. Cuando Jesús fue a la cruz, fue como un cordero que fue sacrificado. Él le explicó a Elías y a Moisés y les dijo “Voy a hacer esto para romper la ley Adánica de auto-consciencia y convertir la auto –consciencia en consciencia divina.” A eso es a lo que estamos llegando. Ya no vamos vivir en la auto-consciencia. Le vamos a dar la espalda al procedimiento de Adán. Fui ahí cuando nuestra raza se hizo auto-consciente con personalidades egocéntricas, las consciencia del yo-soy-yo, separado de todo lo demás. Despertemos de esa pesadilla y démonos cuenta de que la ayuda ha llegado esta misma noche. La subida es pendiente, pero la recompensa es grande. Jesús anduvo por este camino antes que nosotros, por lo que ya no nos vamos a desviar o perder. Cuando Él dejó esta Tierra, no por medio de la muerte, sino elevándose más allá de la densidad, envió al Espíritu Santo para confortarnos hasta su regreso. Esa fue su dispensación y regresará de nuevo con Moisés y Elías a su lado.

Voy a pedir que el Espíritu Santo venga a nosotros en este momento. Les pediría que hicieran algo. Les pediría que cerraran sus ojos e hicieran un trabajo. Quiero que vean, allá abajo en un valle, un arrollo lodoso,  y quiero que se vean a sí mismos en una montaña observando desde lo alto este lodoso arroyo de la vida. Pregúntenle a Dios en este momento a quién van a ayudar a salir de ese lodoso arroyo. Mira hacia ya abajo y verás a alguien. Mentalmente extiéndele tu mano a esa persona. Sácala de ese lodazal en este momento y sucederá en este plano. Ustedes lo están haciendo intelectualmente y espiritualmente aquí, pero les sucederá a ellos allá.  Pongan su mano para los que están en drogas, en alcohol, o en desesperación. Dejen que Dios les enseñe a quién tienen que ayudar esta noche. Camina hacia ese lodo, sumerge tu  mano, sólo procura no caerte. Comienza a sacar gente. Arrástralos hacia la montaña hasta que estén a salvo. Puede que sea alguien a quien tú amas y no puedes ayudar porque no te presta atención cuando hablas de de Dios. Entonces, hazlo de esta manera.

Pregúntenle de nuevo a Dios: “¿Hay alguien más allá abajo que necesito sacar?” Extiendan sus manos. Arrástrenlos calladamente sacándolos del lodo con amor. Yo estaré silente mientras lo hacen. Sí, Dios, estamos de tu lado. Vamos a salvar a todas las almas posibles para que no tengan que pasar por lo que se aproxima.

Con los ojos cerrados, simplemente óiganme. Los que deseen, comprométanse con la perfección de su propio espíritu y pidan ser bañados en la luz del Espíritu Santo, tendrán una gran oportunidad en los próximos minutos. Piensen en cuáles son los obstáculos en su vida que puedan ser disueltos por la Luz. Entonaré unos cánticos Divinos del océano de Dios.

Pido que el Espíritu Santo esté aquí. Todos ustedes, pídanle al Espíritu Santo que esté aquí para poder sentirlo. Quisiera sentirlo, Dios mío. Quisiera sentirlo como una brisa fresca sobre nosotros. Aún no lo siento. Por favor Dios Todopoderoso, permite que el Espíritu Santo descienda sobre nosotros en este momento. Entonaré cánticos a los santos ángeles y los llamaré.

O gran Jerarquía Infinita, obsérvennos desde lo alto y bendígannos. Bendigan a cada uno aquí y vean el interior de nuestras almas. Por favor pongan nuestros nombres en el Libro de la Vida. Permitan, por favor que el Espíritu Santo descienda sobre nosotros. Que descienda sobre nosotros. Tengan fe. Crean. Que no existan dudosos aquí. No nos cuesta nada abrir nuestras mentes y permitir que el Espíritu Santo haga su labor.  Le pediré al Gran Espíritu que descienda como amor sobre nosotros desde las alturas celestiales. Que sople sobre nosotros esta noche y  llegue a nuestros corazones. Que los santos ángeles limpien nuestros deseos, nuestros cuerpos y nuestras mentes. Mientras cantamos “Gracia Divina”. Si tu corazón te lo indica, puedes ponerte de pie como un monumento a Dios. Si no quieres ponerte de pie, reza por los que están de pie, los que tienen el valor para pararse.  Los que permanezcan sentados, recen por los otros.  No se levanten hasta que sientan el deseo de hacerlo ¿Pueden sentir el frescor en su piel?

¡Alabado sea el Señor! El Espíritu ha venido.

Divina gracia que salvas a las almas como las nuestras.

Dios mío, Te amo, Te amo tanto, Dios, y amo a todos tus hijos.

En este momento digan: “Dios, te dedico mi alma. Yo quiero que mi alma resplandezca en este mundo. Quiero salir a ayudar a la gente. Dame la fuerza para poder ayudar a los demás, dame el amor para poder ayudar. Separa de mí todos los obstáculos que existen en mí mismo y déjame saber que he sido perdonado por todo lo que hecho desde los tiempos de Adán No voy a sentir más la indignidad. Sé que en lo alto de las Jerarquías nunca he sido condenado y no me voy a condenar a mí mismo. Es mejor caminar sobre mis dos pies aquí en la Tierra, sin condenarme a mí mismo y ayudando a otros en este sendero.

La vamos a hacer, chicos. Venga lo que venga no nos asustaremos. Levanto esta vela que eres tú. Tú eres la luz. La luz es la luz que existe en ti.

 

---FIN---

Notas:

 1. Cuando el alcanfor se quema, no deja residuo alguno; por lo tanto se usa como ofrenda para simbolizar el quemar de las impurezas en una persona

 


Volver al Indice de Pioneros del Espíritu   

 

Principio

 

Introducción

 

Enseñanzas de Hilda   Acerca de Hilda

 

Acerca de Lionel

 

Enseñanzas de Lionel

 

Artículos de otras fuentes  

Correo