Lección del domingo 27 de Agosto 2006

 

NOS DICEN QUE DIOS ES TODO

 

Nos dicen que Dios es todo y que todo es Dios y lo aceptamos. Lo aceptamos porque ¡cómo lo vamos a negar! No nos es posible decir que no; pero ¿verdaderamente lo creemos? ¡Cómo no lo vamos a creer! Pero Entonces, si lo creemos ¿por qué no actuamos de acuerdo con esa verdad? No actuamos de acuerdo con esa verdad porque en realidad no la entendemos y, por lo tanto, no la podemos aceptar en su totalidad. Entonces lo creemos, pero no lo sentimos. Para aceptarla en su totalidad tendríamos que experimentarla en nuestro interior.  No la experimentamos en nuestro interior porque estamos distraídos con todo lo que Dios nos da y somos como niños con juguetes que sabemos jugar con ellos, pero no sabemos de dónde proceden, ni cómo llegaron a nosotros. De niños decimos: “¡yo quiero esto! y ¡yo quiero aquello!” y se nos da, pero desconocemos de dónde procede. Según vamos tomando consciencia del mundo sabemos decir: “Esto me lo regaló mi mamá o mi papá”, “esto me lo regaló mi tío”, etcétera. Luego oímos como los niños dicen: “Esto me lo compró mi mamá o me lo compró mi papá.” Eso le da más valor al objeto e indica de donde procede.  Ya no es simplemente un regalo, sino algo que se compró especialmente para nosotros. O quizás en ocasiones podamos decir: “Esto me lo hizo mi mamá o me lo hizo mi papá o mi abuelo” o “me lo mandó a hacer”, según vamos tomando consciencia del origen de las cosas y nos damos cuenta de que unos orígenes son más valiosos que otros. Esos son nuestros primeros pasos en la escala de valores. Con eso nos conformamos por un tiempo pero eventualmente vamos descubriendo más y aprendemos, por ejemplo, que la silla en la que estamos sentados procede de un árbol y hasta quizás un día veamos el proceso desde que se corta el árbol hasta que se hace la silla. Quizás después veamos cómo se planta la semilla de la que nace el árbol que se convierte en la madera con la que se hace la silla. Y así vamos viendo y buscando el origen de todo lo que nos rodea: el vidrio y el cristal, por ejemplo, que están formados por la combinación de elementos (de la sílice con potasa o sosa y pequeñas cantidades de otras bases y se fabrica en hornos, etc…pero ¿de dónde proceden la sílice, la potasa y la sosa? La sílice es una combinación del silicio con el oxígeno, pero entonces se dice que el silicio es un metaloide que se extrae de la sílice, etc., etc., etc. O sea, el hombre, por intuición propia,  tiende a buscar el origen y, por supuesto, esto lo incluye a él mismo y por lo tanto, la ciencia ha dedicado mucho tiempo a buscar su origen. Pero por mucho que investigue la ciencia, nunca llega a un convencimiento total, debido a lo que la propia ciencia conoce como  “el eslabón perdido”. Eso es D-I-O-S que como siglas podíamos considerarlo “De Inteligencia Oculta Superior”. Y eso es nuestro verdadero ser, eso es lo que vive en nosotros y nos hace respirar y hace que el árbol crezca.  Esa fuerza que está en absolutamente todo, esa fuerza que es responsable por todo, esa energía mediante la cual los planetas circulan alrededor del sol, esa fuerza que es la fuerza de gravedad, ese orden absoluto en todo lo que nos rodea, la lluvia, el sol, las mareas, las corrientes, la fuerza que nos permite nacer y crecer. La máxima expresión de esa fuerza es, por supuesto, el ser humano que tiene una inteligencia y una voluntad. Esa presencia se expresa en el ser humano en diferentes formas y de diferente manera y comportamiento y sobre todo en diferentes grados de consciencia que se van desenvolviendo a través del tiempo de su existencia y que nunca tendrá fin. De eso se trata nuestro desarrollo que puede observarse como muy complejo o muy simple.

Ése eslabón perdido es todo aquello que la ciencia no puede y no quiere admitir  porque no tiene forma de comprobarlo. Pero para los Santos y los Sabios no tiene que ser comprobado porque ya lo han experimentado en su interior. He ahí la diferencia, no se ve ni se toca, se experimenta. La experiencia tiene que ser propia porque no nos es posible creer en un Dios que otro haya experimentado. No tiene nombre ni está constituido por ningún elemento, sino que es el origen de todo elemento y toda materia.  No se puede ver, no se puede palpar, sólo se puede sentir y sólo se puede sentir en uno mismo.  Y al sentirlo en uno mismo se siente en todo. Según dice Sri Nityananda : “Así como vemos el cielo reflejado en el agua de la vasija de barro, así también, a la visión interna, el cielo del conocimiento se hace visible.”

¿Qué es ese conocimiento y qué es la búsqueda de ése conocimiento? En la ciencia para que un conocimiento sea aceptado como real, tiene que ser comprobado primero -  Ése no es el caso del conocimiento de lo que es Divino. Ése conocimiento tiene que ser reconocido en nuestro interior antes de que sea experimentado. Si no lo consideramos real, no lo experimentaremos. Un científico se lanza a la búsqueda de algo que él se imagina y en ocasiones dedica su vida entera hasta que lo encuentra o lo descubre. Cristóbal Colón se lanzó a demostrar que la Tierra era redonda y, siglos después, Albert Einstein estaba convencido que se podía dividir el átomo ¿De dónde vienen esas convicciones internas? Henry Ford tenía el conocimiento del funcionamiento de los motores sin haberlo estudiado. Él sabía exactamente lo que tenía que hacer y se dio cuenta de que él había nacido con ese conocimiento. Y así se lo dijo a su esposa, que él sabía que ese conocimiento venía con él. Que él lo había sabido en todo momento porque él ya había vivido antes.

El error de la raza humana es el no  haber querido aceptar el conocimiento. En un tiempo lo tuvo, eso es lo que llamamos la era adánica. Ése es el simbolismo, si acaso no es historia, de la Torre de Babel. En ambos casos el hombre niega la dependencia de su existencia en una inteligencia principal que lo gobierna todo. El hombre se cree y presume de que puede valerse por sí mismo.  Nosotros somos los descendientes, o el producto, de ese error. Y continuamos viviendo en una duda que en lugar de ser explorada, es más bien ignorada y hasta negada. Pocos son, y pocos han sido, los seres que viven en ese conocimiento o que se atreven a buscarlo como ha hecho el limitado número de iluminados que, en realidad, son tan pocos que los conocemos a casi todos por sus nombres. Y, por supuesto, con el crecimiento de la población mundial el porcentaje se torna cada vez menor. Sin embargo, existe un gran número de seres en el mundo que creen en Dios. El porcentaje de los que creen en algún tipo de deidad es mayor a nivel mundial que el porcentaje conocido como ateo. Eso quiere decir que llámesele como se le llame, o véase como le vea, la gran mayoría de la raza humana cree en una fuerza principal, y la cree en diferentes grados. En muchos de los casos sólo la ve como algo ligeramente relacionado con él, en lugar de algo que vive en él.

Cuando el individuo comienza a darse cuenta, aunque sea de la forma más ligera, de la accesibilidad de esa fuerza es cuando comienza lo que usualmente llamamos “la búsqueda”. Contando con que para que uno busque algo tiene que poseer alguna noción, por muy leve que ésta sea, de su existencia. La mayoría esperamos que haya una señal de esa existencia, pero no podemos percibir esa señal si no estamos preparados o preparándonos para cuando suceda. Esto nos lleva al forcejeo interior y a tratar de ver señales que no existen con el fin de no perder esa débil capa de interés. Por eso el aspirante al conocimiento debe educarse. El gurú Nityananda dice: “Tanto el hombre como la mujer deben educarse ¿Qué es la educación? El alma individual debe conocer el secreto de que es el Ser Supremo. El Alma Suprema reside en el Alma Individual. La verdadera liberación consiste en reconocer que lo sutil está en lo basto.” O sea, Dios está en nosotros, seamos como seamos porque no puede ser de ninguna otra forma. No podríamos existir si Dios no estuviera en nosotros. Comiencen por ese pensamiento para que la indignidad no les sirva de excusa para mantenerse alejados de Dios.

            A eso se le puede llamar filosofía, pero no es filosofía, es conocimiento. La filosofía puede ser el amor por el conocimiento, pero no necesariamente indica su práctica. El aspirante no sólo debe tener el deseo de aprender sino que tiene que practicar lo que aprende. De lo contrario, lo aprendido sólo se queda en los portales de la mente y no le sirve de alimento al alma para despertar de su estupor y hacerse una con Dios.

            El conocimiento no es para ser oído o aprendido es para ser practicado para que de esa forma viva en uno y uno viva en él.

               


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