Lección de Lionel para el Martes 13 de Feb del 2001
CONOCER LO QUE CREEMOS
Para asegurarse un crecimiento espiritual real y completo uno tiene que estar totalmente seguro de lo que cree y de cómo lo está enfocando. Venir a las clases y tomarlas por el momento como el que oye un verso o lee un capítulo de algo por primera vez no es lo suficiente.
Uno tiene que programarse a llevar su vida, a pensar, a actuar, a elegir, basándose siempre en lo mismo, no en lo que parece bien en ese momento.
Y cuando decimos basándose siempre en lo mismo, ¿qué es lo que estamos diciendo? Estamos diciendo que todas las opciones se convierten en una y todo se mide con la misma vara.
¿Saben ustedes que uno debe estarse revisando y evaluando constantemente? La observación de las 24 horas es a eso a lo que te lleva. Tu carretera debe volverse cada vez más angosta y tu tiempo cada vez más valioso.
Hay a quien no le importa hacer una cosa hoy y otra mañana, mayormente porque ninguna de las dos significa nada o no le da ninguna importancia. Pero llega el hombre al momento que sabe que todo lo que hace es importante para él aunque la acción en sí no tenga mayor importancia, es el hecho de que él la esté haciendo lo que es importante.
Cada segundo en esta tierra tiene su propósito, si no lo tiene por sí mismo lo tiene dentro del contenido en que está.
Cuando uno escribe puede que haya una palabra clave, en una pieza musical puede que haya un acorde o una combinación de notas melódicas que hacen la pieza especial o que es básica para toda la composición de la pieza (las cuatro notas del comienzo de 5ª sinf de Bethoven).
El momento en que esa palabra, esas notas o esa idea que no dura más que una estrella fugaz se manifiestan, toda una vida puede cambiar.
Cuando uno toma las cosas y las hace por su valor independiente de la satisfacción o conveniencia propia entonces uno no está viviendo en la universalidad de la creación.
Es por eso que tenemos que llegar a conocernos. Conocernos es armonizarnos con nosotros mismos. Para volvernos uno con el universo tenemos que volvernos uno con nosotros mismos.
No podemos hacer una cosa mientras estamos pensando en otra porque perdemos la unidad con lo que estamos haciendo y al perder la unidad, eso quiere decir al no ser uno con la acción, ésta no tiene ni la misma forma ni la misma fuerza. Dios creó el universo y Él es uno con él. La razón por la que no comprendemos esto a fondo es porque nunca nos hacemos uno con lo que estamos haciendo.
Los mismos dedos que amasan la harina tocan un instrumento musical, si mientas tocan el instrumento están sintiendo la harina o viceversa, ya no son uno con lo que están haciendo. La fuerza está contaminada y dividida y por lo tanto debilitada.
Una música es inspiradora o relajante durante la labor porque tiene la capacidad de ser un bálsamo para nuestros nervios y puede hacerse sentir en todo nuestro cuerpo y fluir a través de nosotros hacia lo que estamos haciendo. Pero si de verdad queremos oír una pieza musicalmente y disfrutarla en su plenitud no podemos estar haciendo otra cosa que oyéndola.
Les hemos enseñado a revisar el día, antes de dormir. Aquí muy bien podemos hacerlo al comenzar la meditación de la noche ya que no tiene que hacerse justo antes de dormirse. Esto nos va ayudando a conocernos a nosotros mismos, a observar como hacemos las cosas, como reaccionamos, pero esto se puede hacer muchas veces al día hasta que llegue el momento que lo esté uno haciendo mientras la situación está sucediendo, porque ya sabemos que si no lo hacemos de la manera correcta la vamos a tener que revivir y cambiar después. Con el tiempo es eso lo que sucede y así uno se va separando de la idea de hacer las cosas sin saber como ni por qué. Tenemos que llegar al estado de conciencia mediante el cual sabemos en todo momento que es lo que estamos haciendo y eso no se logra haciendo las cosas sin saber por qué. Por lo tanto, si alguien nos pregunta por qué hicimos algo o por qué no lo hicimos de la manera correcta no tengamos que responder que no sabemos y que lo vamos a pensar. Si tenemos que pensar en por qué hicimos algo quiere decir muy claramente que lo hicimos sin pensar y nada se puede hacer sin pensarse primero porque todas las acciones comienzan por un pensamiento y por muy fugaz que el pensamiento haya sido, sí estuvo ahí. Por lo tanto lo que estamos haciendo es escondiendo las razones para no tener que rendirnos cuentas a nosotros mismos. El ser humano que quiere conocerse a sí mismo no puede permitirse la dejadez de no ocuparse de lo que piensa, que es lo que lo lleva a actuar o no actuar. Y si luego uno dice que lo hizo por culpa de otro, entonces tanto peor porque nadie nos debe influenciar a hacer lo que no queremos hacer. Es más, que siempre que hacemos algo, al final, ha sido nuestra decisión. Que nos haya influenciado algo o alguien es posible, pero al mismo tiempo debemos reconocer que nos dejamos influenciar y no simplemente echarle la culpa al otro, sino admitir que, o carecemos de discernimiento o no queremos reconocer nuestra parte. Si simplemente le echamos la culpa al otro nos estamos abriendo a nuevas influencias sin nunca darnos cuenta que somos nosotros los que finalmente decidimos. Cuando tomamos la decisión errónea por debilidad propia tenemos que reconocerlo si no, caemos en una situación muy irreal en nuestras vidas en la que todos nuestros errores tienen otro autor.
Es necesario revisar nuestros pensamientos y nuestros sentimientos. Es sólo así que uno puede mantener una mente clara para un acercamiento a lo divino.
Una mente llena de preocupaciones no puede encontrar su conexión interna con la divinidad.
Uno debe ante todo establecer una rutina de ejercicios espirituales que lo ayuden a traer sosiego a su mente. Lo mejor es hacer estas prácticas tres veces al día. Añadirle a la meditación de la mañana y la meditación de la tarde, o temprano por la noche, alguna practica espiritual por el mediodía (entre las 12 del día y las dos de la tarde, según le sea más conveniente) Esta práctica puede ser la repetición de un mantra en el japa o un rosario o cualquier otra práctica perteneciente a la religión que conozcan o alguna otra práctica que adopten. También en cualquier momento tomar unos minutos y leer algo de valor espiritual. Nada de esto lleva mucho tiempo y le ayuda a uno a no perder contacto con su ser interno.
No hay que ser un gran devoto ni un adepto para tomar espacios durante el día y traer un poco de paz y sosiego a nuestras mentes. Esto ayuda diariamente a mantener la mente alejada de pensamientos negativos que alteran nuestro sistema nervioso y nos causan tensiones.
Hay que llegar a reconocer que una mente molesta o enfadada no puede llevar a cabo ningún tipo de trabajo de una forma positiva y eficiente. Todos nuestros esfuerzos, por muy hábiles que seamos son dañados por las vibraciones negativas de la mente: el enojo, la soberbia, el miedo, la desconfianza, la inseguridad, etcétera y todos estos son productos de un aislamiento de Dios.
No importa que religión uno profese, y aunque no profese ninguna y no sepa ningún método de oración o meditación uno puede sanarse interiormente teniendo buenos pensamientos, enviando amor a los seres queridos, creando mentalmente situaciones positivas, repitiendo uno de los nombres de Dios o cantando sus alabanzas.
Curémonos del terror de una vez y para siempre y hagámonos responsables de nuestras acciones para conocernos a fondo y poder ser de la manera que queremos ser pero de una forma real.
Cuando cometamos un error, reconozcámoslo para poder corregirlo. Todo esto se hace interiormente porque cada uno tiene su propio proceso.
Nadie quiere aparentar lo que no es, pero uno tampoco quiere aparentar lo que es y las dos cosas no se pueden hacer al mismo tiempo.