Lección del Domingo 28 de Diciembre del 2003

 

EL ORGULLO

 

Juan de la Cruz nos dice:

 Antes de que tratemos del propio y acomodado medio para la unión de Dios, que es la fe, conviene que probemos cómo ninguna cosa criada ni pensada puede servir al entendimiento de propio medio para unirse con Dios y cómo todo lo que el entendimiento puede alcanzar, antes le sirve de impedimento que de medio, si a ellos quisiese asistir.

 

Este corto párrafo puede dar lugar a largas meditaciones y se puede citar una gran cantidad de ejemplos, porque aunque ustedes enlacen lo que él llama entendimiento al intelecto y se despeguen de la posibilidad de este error por el hecho de no considerarse intelectuales, eso sería en sí una cosa criada porque lo que tenemos que hacer es observar si somos dados a criar vías de unión con Dios basadas en nuestras propias ideas. Como nos complace ser buenos y hacer bien hechas las cosas, criamos una tendencia a satisfacernos en lugar de mortificarnos. Nadie quiere sentirse mortificado, por lo tanto es un acto natural y un mecanismo de defensa dejar pasar muchas cosas que no deberían escapársenos. Es preciso observarse a uno mismo con igual despego con el que observamos a los otros y podemos ver en ellos faltas que ellos mismos desconocen. Siempre ha quedado esa pregunta de por qué podemos ver las faltas de los demás con más facilidad que las propias. Sin embargo es una de las preguntas que más fácilmente nos podemos contestar si verdaderamente queremos saber la respuesta y examinar con más atención nuestros propios pensamientos.

 Es verdaderamente bastante obvio que las faltas de los demás nos llegan al desnudo, especialmente si son parecidas a las nuestras, aunque no estemos conscientes de ellas, que por supuesto no quiere decir que no existan,  sólo que simplemente debido al hecho de que para protegernos de nuestras faltas y evitarnos la incomodidad de tener que observarlas existe un mecanismo que cómo todos los mecanismos es más rápido que el discernimiento. Ése mecanismo no existe para las faltas de los demás a no ser que sean faltas que nosotros mismos estamos tratando de encubrir en ellos por el hecho de que se reflejarían en nosotros, como las de nuestros hijos o nuestros padres.

 

Jesucristo habló de que vemos la paja en el ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro. Y todos inmediatamente lo reconocemos y por lo tanto lo aceptamos como verdad, aún aquellos que no creen en Jesucristo o en la Biblia. Aunque de todos modos tendrían que admitir que alguien lo dijo, y si no fue él mismo Jesús tiene que haber sido el que lo escribió, ya sea que haya venido a través de su propio conocimiento o se lo haya oído decir a alguien. Pero cualquiera que sea la fuente vale la pena tomarlo en cuenta.

 

Volviendo al origen del tema, están las palabras de Juan de la Cruz que dice que en cuanto a lograr una Unión “ todo lo que el entendimiento puede alcanzar, antes le sirve de impedimento que de medio” Esto no quiere decir que no usemos nuestro entendimiento que nos fue dado por el propio Dios sino que hay que saber distinguir para qué usarlo y para qué no, porque el verdadero conocimiento espiritual no pasa por el entendimiento o el intelecto sino que es una experiencia totalmente diferente. Es por ese motivo que es tan difícil ponerlo en palabras a no ser que estemos oyendo las palabras dentro de nosotros. No se puede escribir lo que uno conoce como si se estuviera relatando cualquier otro conocimiento.

 

Nuestro entendimiento conciente, y decimos conciente porque tenemos un entendimiento conciente y otro del que no estamos concientes, es lo suficientemente hábil, aún en nuestra infancia, como para hacernos creer que una cosa quiere decir otra. Lo más curioso de esto es que lo aceptamos por muy obviamente erróneo que sea y por lo tanto lo tomamos como verdad aunque para cualquiera que nos oiga y nos observe no sea más que una excusa formulada para protección propia y no cesa de asombrarse uno de la facilidad con que la persona puede engañarse a sí misma y sentirse estar en lo correcto hasta el punto de discutirlo cuando se trata de hacerle ver la verdad.

 

La lección que esto nos trae es que para alcanzar esa Unión divina, que es lo que llamamos la iluminación, tenemos que haber roto todo el apego a nuestro orgullo. El orgullo no es simplemente una falta pedante y peligrosa, las faltas son mucho más fáciles de erradicar. El orgullo es un mecanismo y como mecanismo es parte de la maquinaria de nuestra mente que consecuentemente, al igual que cualquier otra maquinaria, cuando se le cambia una pieza cambia su funcionamiento entero. Por lo tanto, para deshacerse del orgullo hay que pasar por grandes cambios en todo nuestro sistema. Esto no es fácil de llevar a cabo por cuenta propia, por eso es necesario que uno tenga un guía o alguien que uno considere los suficientemente hábil como para permitir que lo ayude.

 

Una persona no puede simplemente dejar de ser orgullosa por sí misma, porque al tratar de no serlo usa otros mecanismos por los cuales se hace más obvio su orgullo. Es muy fácil detectar cuando una persona que es orgullosa o aún cuando tiene ciertos orgullos, está tratando de no serlo o que estos no se noten. Dejar el orgullo es equivalente a dejar el escudo, la capa y la espada y quedarse sin protección alguna. Por lo tanto tenemos primero que averiguar de qué nos estamos protegiendo mediante nuestro orgullo. Tenemos que ver que nos estamos protegiendo de nosotros mismos. No a nosotros mismos si no de nosotros mismos. Eso quiere decir de la reacción que vamos a tener al no sentirnos tan apreciados o valorados por los demás como quisiésemos porque eso es lo que nos valora a nosotros. Lo que sería un valor falso pero nosotros lo arreglaríamos para creerlo. Viéndolo desde otro ángulo:

Creamos algo y/o encubrimos algo para ser valorados más por los demás.

Los demás entonces nos valoran, que es lo que estamos buscando.

Nos sentimos bien porque esas personas nos valoran, pero nos están valorando por algo que no somos, por lo tanto nos estamos engañando a nosotros mismos.

Es por eso que el orgullo es uno de los engaños más dañinos y de los más peligrosos porque se trata en parte de un engaño hacia uno mismo. 

Luego una de las razones por las que el orgullo no se puede encubrir es porque se encubre con más orgullo. Si hacemos algo para no aparentar que somos orgullosos o no sentirnos como tal, eso es en sí un acto de orgullo.

¿De que nos sirve el orgullo? Nos sirve de sostén. De algo en que apoyarnos, es por eso que es tan difícil deshacerse de él. Porque sentimos que si lo soltamos, nos caemos.

La forma más directa y real de deshacerse del orgullo es fortaleciéndonos a nosotros mismos lo suficiente como para no vivir contando con la aprobación de los demás.


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