EL ORGULLO - autoestima atrofiada

Extracto de la plática de Lionel del 3 de mayo 2005

 

El diccionario describe el orgullo como “exceso de estimación propia que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas”.

Para empezar, no existe tal cosa como el exceso de estimación propia, pero sí existe la estimación propia basada en atribuciones que uno posee o se cree poseer por el hecho de desconocer alguna otra razón por la cual estimarse. Ése es el caso en casi todos los seres humanos, no son muchos los que se estiman simplemente porque “son” sin tener que buscar ninguna otra razón o motivo. Aunque en sí uno debe enfocarse más bien  a amarse que a estimarse, ya que el amor es el sentimiento más real y profundo que existe. Poco se habla de amarse a uno mismo, sin embargo en la creencia judeo-cristiana se presenta como la raíz principal de la existencia del ser humano encabezando las reglas por las que éste debe  vivir: “amar al prójimo como a uno mismo”. El desarrollo de esta base primordial para alcanzar la auto-consciencia o conocimiento propio, a lo que unos llaman la gloria y otros llaman nirvana, es conocido y respetado sólo por los santos y los sabios. El resto de la humanidad está enterada pero no conoce su significado.

En nuestro limitado conocimiento y como base para comenzar a acercarnos a  nuestra verdad, tomamos la autoestima como un conocido atributo que nos permite cierta seguridad y algo de paz interior. Sin embargo, el conocedor sabe que ésta es sólo un primer, pequeño y necesario paso para llegar a un  acercamiento a la auto-consciencia, puesto que la autoestima abre el camino al auto-conocimiento. Sin embargo cuando comenzamos a vivir, no como individuos sino como parte de un todo, la autoestima, como antes la veíamos, no abarca el conocimiento de nuestra realidad aunque sí nos enfoca  en esa  dirección. Por otra parte, cuando la autoestima es atrofiada  por  causas emocionales, en lugar de desarrollarse en conocimiento se desfigura y se convierte en un  obstáculo conocido como orgullo. El orgullo no es más que una autoestima atrofiada que debe ser tratada al igual que cualquier otro desequilibrio emocional. Es por eso que en las religiones consideran el orgullo como“pecado”. En sí un pecado es cualquier acción que nos desvíe o aparte de  la verdad. Razón por la cual se dice que ofende a Dios. Motivo también para que muchos seres humanos prefieran no creer en un Dios que se ofende sino en un equilibrio de la ética por la que se debe llevar el ser humano.  Esto en sí es igual a creer en un Dios porque se mantiene una regla. Un ateo, por el hecho de no creer en lo que otros llaman un Dios, no se considera con el derecho a matar, a  mentir o a dañar, sólo porque no haya quien lo juzgue, sino que vive de acuerdo al conocimiento de su propia ética que hasta cierto punto es loable, ya que no peca sólo por integridad  propia, no por miedo a ser condenado.

Ahora pensemos ¿por qué  es el orgullo tan  poco deseable, cuando en sí no daña no daña al prójimo.  Según Santo Tomás de Aquinas, porque lleva a otros males. El orgullo nos hace competitivos, nos lleva a despreciar a los demás y eso puede desencadenar en violencia y otros daños al prójimo. Sin embargo, tenemos que tomar en cuenta que el orgullo es un sentimiento creado. Hay sentimientos reales, como la felicidad de que alguien nos ame y hay sentimientos creados, como el de sentirse superior a los demás. Como para que el orgullo exista tiene que basarse en algo, nuestra falta de conocimiento hace que, o tomemos algo real en nosotros como la inteligencia, la belleza o hermosura física o cualquiera de nuestra habilidades y basemos nuestra vida y todas nuestras actitudes en ello; o de lo contrario que creemos y/o exageremos alguna cualidad y que ésta dicte nuestra forma de ser y nuestra actitud hacia los demás.  Esto es un peligro mayor porque como se convierte en  todo con lo que la persona está contando para identificarse con sí mismo, si algo le falla en ese respecto, puede traerle graves consecuencias, incluso el suicidio. Es más que las personas  que hablan  del suicidio con frecuencia lo hacen porque  están  basando su existencia  en cosas triviales y no sabrían como existir si no las alcanzan. Una decepción en  relaciones amorosas, por ejemplo, ha llevado a personas al suicidio,  eso es, por supuesto, porque estaban  basando su felicidad en algo creado exteriormente y aún  peor que procediera de otra persona.  Al  terminar eso, terminaron con su vida.

Apoyarse de una forma desmesurada en algo, ya sea aparentemente real o totalmente irreal se debe a una falta de conocimiento. Ésa es la razón por la cual los santos y los sabios van más allá del cuerpo y más allá de la mente para llegar de esa forma a la fuente donde se  encuentra todo el conocimiento que aunque se dice que está dentro de nosotros, no quiere eso decir que está en nuestra mente. Una vez que trascendamos nuestro  cuerpo, que no significa despreciarlo sino conocerlo en su propósito como vehículo y medio de propagación, y veamos que lo que está acumulado en nuestra mente no es más que  es una serie de datos para que funcionemos y nos propaguemos, comenzamos entonces a buscar el propósito y significado real de nuestra existencia.

Los santos y los sabios se enfocan a la reflexión, la meditación y la observación porque han  llegado al entendimiento de que mientras actúen como individuos permanecerán como individuos pero cuando trascienden su individualidad se convierten en parte del todo y encuentran de ese modo la realidad de su  existencia. A eso se le llama iluminación. Esto no hace que el individuo deje de existir como individuo a través de los diferentes planos, sino que deja de pensar y actuar como individuo, ya que reconoce que todo lo que piensa y todo lo que hace, aunque tenga una mente independiente, viene de la fuente principal de todo el conocimiento y aunque no haya llegado al conocimiento total no piensa de una  forma independiente sino como parte de la misma y única sabiduría.

El hecho de que los santos y los sabios quieran trascender su cuerpo y sus pensamientos no quiere decir que  los desprecien, al contrario, los cuidan y respetan como un gran don de la creación que les permite llegar a un entendimiento pero no están apegados a ellos como estamos los otros seres humanos que no hemos llegado a ese entendimiento. La única diferencia es que no permiten que las  necesidades del cuerpo y de la mente y muy especialmente las que han sido creadas por nosotros mismos gobiernen su existencia y es por eso que parecen despreciarlos, pero en sí lo que están haciendo es evitando quedarse estancados en ellos o presumiendo de los mismos y olvidando el fin para el que fueron creados.

Todas las instrucciones que nos llegan a través de las enseñanzas de los más iluminados tienen el mismo propósito: trascender la carne, vivir en el espíritu y saber que lo que llamamos Dios existe en todo. No podemos sólo pensar que si no lo hacemos de una cierta forma Dios nos castiga, porque en sí Dios no nos castiga. Somos nosotros mismos los que, a través de acciones y pensamientos de una baja taza vibratoria, así como acciones que dañen al prójimo o a cualquier parte de la creación, incluyendo el medio ambiente, y formando cualquier tipo de desequilibrio, nos mantenemos en un cierto nivel de conciencia que no nos permite alcanzar el fin para el que el ser humano está predestinado en su evolución.

Mediante las reglas naturales de la creación, que no requieren que nadie esté a cargo ni llevando cuentas, existe la ley de acción y reacción. Y para ponerlo en  términos de lo que unos llaman la ley del karma todo lo positivo que hacemos o pensamos va a nuestro favor y todo lo negativo va en contra de nosotros. Si dañamos a otro va en contra de nosotros si ayudamos a otro va a nuestro favor porque ése es el balance automático e inmediato como cuando ponemos una moneda en una máquina y automáticamente nos da algo equivalente a esa moneda. Nuestra existencia total, encarnación tras encarnación, está basada en esa regla. Aunque nosotros creemos que porque tenemos hambre, tenemos el derecho de robarle comida al otro, los más iluminados prefieren pasar hambre. Eso no es ser bueno, eso es ser sabio. Recuerden que Aristóteles decía que prefería ser víctima de una injusticia que cometerla.

¿Qué es lo que tenemos que hacer nosotros, sintonizarnos con la creación, con la verdad, no sólo con nuestra sociedad y nuestros deseos.   No debemos de ponernos retos inútiles que sólo nos van a vanagloriar, usemos ese tiempo para oír nuestra voz interior.

A veces el que nosotros creemos que nos hizo el mal, nos hizo el bien porque nos ayudó a ver algo que a lo quizás no habríamos podido ver por nuestra cuenta.

Hay una verdad y una regla para llegar a ella, cuando la encontremos, todo se volverá uno.

 

 

 

Yo soy Yavé y no hay otro igual

Fuera de mí no hay ningún otro Dios

Yo soy Yavé y no hay otro igual;

yo enciendo la luz y creo las tinieblas,

yo hago la felicidad y provoco la desgracia,

yo, Yavé, soy el que hace todo esto

 


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