EN MEDIO DEL CAMINO
16 de Julio del 2006
Esta plática tiene un preámbulo en el que les doy datos ya conocidos por ustedes antes de entrar en el tema. Y aunque ya todos conocen estos datos necesito re-contárselos y verán por qué.
“En el medio del camino de nuestra vida nos encontramos en una selva oscura” – dice Dante Alleghieri. Yo me puedo identificar bien con eso porque siempre, y siempre quiere decir desde que tengo memoria, aún cuando era niño, me sentía que estaba existiendo y que yo no llevaba la vida sino que la vida me llevaba a mí y yo simplemente tenía que hacer los ajustes. He observado mucho, más que a nada en la vida me he dedicado a observar. Unos hacen una cosa, otros hacen otra y yo observo. Por mi mente pasan una cantidad de personas y situaciones que se remontan a cuando comencé a tomar uso de la razón. He visto, observado, estudiado y analizado la vida, no como un profesional o un filósofo, pero como yo mismo, tratando de descubrir por mí mismo de lo que se trata según mis propias experiencias, lo que ha sucedido a mi alrededor, lo que he vivido y lo que he observado.
Lo más obvio para mí ha sido que nadie sabe de lo que él o ella se trata. Simplemente uno no sabe, ni tiene la menor idea de quién es ni por qué está aquí. Sin embargo cubre esa inseguridad con seguridades creadas. La primera instrucción que nos da la familia es “haz algo de ti mismo” – Hacer algo de mí mismo me hacía sentir como que no fuera nada y tuviera que inventarme. No preocuparme de quien soy sino qué voy a hacer. Ya que en este mundo importa más qué haces que quién eres. Por eso todo el mundo se encarga de hacer algo y de que sus hijos hagan algo también porque si no hacen nada no sabrían cómo identificarlos y serían simplemente seres humanos. Cuando un padre o una madre no puede identificar a su hijo se preocupa de tal manera que se vuelve una obsesión o una frustración o ambos, porque la obsesión está basada en frustración y viceversa. Nadie que tenga una obsesión puede evitar frustrarse y todo el que se siente frustrado desarrolla una obsesión.
Nos sentamos aquí para encontrar esa parte en nosotros que tiene la llave del secreto al conocimiento, porque sabemos que sí está en nosotros mismos. Yo, en lo particular, sólo he encontrado una persona en la vida con exactamente las mismas inquietudes y esa persona vio lo mismo en mí y por eso trató de ayudarme con lo que ella ya había descubierto y me dejó bien claro que tenía que encontrarlo por mi mismo. Esa persona, como todos ustedes saben es Hilda Charlton.
También les he hablado de mi abuela, porque esa fue otra persona que estaba viendo la vida de una forma muy diferente a la sociedad y a todos los que la rodeaban. Sin embargo, ella no pensaba para nada en Dios, ni lo mencionaba. El padre de ella era ateo y la educó como tal. Él era un hombre de mucho talento, hasta el grado que todo el mundo lo respetaba y nadie se atrevía a discutirle. Adelfa, era el nombre de mi abuela, dado en especial por su padre para que no tuviera el nombre de ningún santo de la Iglesia. Su hermana se llamaba Acacia y su hermano Nilo, como el río. Adelfa se casó con un hombre muy rico para aquellos tiempos, él murió a los 32 años y la dejó viuda a la edad de 27 años con cuatro hijos y suficiente capital para educarlos y vivir cómodamente el resto de su vida. Su última propiedad se vendió al fallecer ella a los sesenta y seis años y pagó por su último tratamiento médico y sus funerales. Yo conocí la vida a través de estas dos personas, Adelfa primero y Hilda después. Tenían en común lo principal: saber valerse por sí mismas y una total obsesión por ayudar al prójimo. Uno podría decir que se involucraban en la vida de todo aquel que viniera con ellas como si fueran asuntos propios, y sin embargo, no pedían nada para sí mismas. Adelfa sólo le temía a la pobreza, Hilda no le temía a nada. Pero las dos combinadas fueron las únicas personas en el mundo que para mí tenían la percepción correcta de la vida y todas sus mañas, trucos y recobijos.
Han existido grandes seres en este mundo, en diferentes momentos de la historia, maestros místicos y filósofos, cuyas obras hemos leído y cuyas enseñanzas han llegado a nosotros en un momento u otro. Quizás hasta convivimos con ellos en previas encarnaciones. Pero lo más importante para nosotros es el ahora. Estos años en la tierra que, aunque son pocos, cuentan de mucho en nuestra existencia y tienen un impacto casi eterno porque lo que hagamos mal va a vivir con nosotros por mucho tiempo, no sólo en esta vida. Lo interpretemos mal lo vamos a tener que volver a vivir, por eso los místicos son pensadores y por esto tantos pensadores se convierten en místicos.
No jueguen con su destino ni tomen la vida tan a la ligera como si estuvieran en un parque de diversiones porque luego van a tener que deshacer y rehacer demasiado. Detrás de cada acción, por muy insignificante que esta sea, hay un pensamiento y uno tiene que aprender a ver si ese pensamiento es completamente positivo o tiene matices de inseguridad o de ego, que implican, por supuesto miedo, orgullo, etc. En otras palabras tenemos que conocer y estar muy seguros de cuál es la motivación para nuestra acción. Y créanlo el ser humano se engaña mucho en ese sentido.
La mayor diferencia entre nosotros y los santos y sabios es que ellos conocen las triquimañas de la mente y cómo nos podemos convencer a nosotros mismos que estamos haciendo algo por un motivo, cuando en realidad lo estamos haciendo por otro. Ese otro motivo es el que nunca queremos encontrar y mucho menos admitir, pero detrás de cada pensamiento existe una serie de capas. La tasa de pureza y claridad en la persona se detecta mediante la cantidad de capas que presenta y la solidez de cada capa. A veces las capas son muy débiles y en sí no nos afectan pero otras veces son tan fuertes que surgen a cada momento y están detrás de casi todo lo que la persona hace. En eso precisamente se basa el psicoanálisis que ha sido de tanta ayuda para el ser humano. Una situación que puede haber tomado lugar hasta en el vientre de la madre, hace al individuo reaccionar de una cierta manera el resto de su vida. El individuo olvida la situación hasta el punto que la desconoce, pero esa situación continúa haciéndolo reaccionar de una cierta manera a casi todo lo que lo rodea. A veces asocia la situación a otras situaciones que no tienen nada que ver con ella pero que por algún motivo le prende su alarma. Es por eso por lo que a veces nos sorprenden ciertas reacciones de ciertos individuos a algo que hicimos o dijimos y creemos que está confundido, pero en sí, no lo está sino que la está asociando con algo diferente que en ciertas ocasiones es tan desconocido para él como lo es para uno.
Recuerden siempre que es el propio individuo, o sea nosotros mismos, el que va a vivir con esas capas porque los demás, aunque no sepan de lo que se tratan, no siempre están dispuestos a aceptarlas y vivir con ellas y pueden escoger entre alejarse de nosotros o soportarlas. Dentro de la familia esto se hace más difícil porque en la mayoría de los casos hay que soportarlas. Tienes que continuar tratando a un primo que no toleras, simplemente porque es el hijo del tío que es hermano de tu mamá, etc. Como bien lo conocen ustedes en sus propias familias. Aunque es algo totalmente injusto, lo único que uno puede hacer es aprender a vivir con la situación y tratar de ver a ese primo lo menos posible. Sin embargo, en nuestro trabajo interior, como no podemos dejar de verlo, tenemos que trabajar con nosotros mismos para que nos afecte lo menos posible y llegar al punto que no nos afecte para nada. Entonces podremos comenzar el trabajo espiritual de soltarlo y hasta enviarle amor, como harían los santos que no lo harían por buenos sino por sabios, porque se estarían quitando de encima la oscuridad del rechazo que sienten por otro y al mismo tiempo balanceando su nivel mental-emocional.
Todos sabemos que tenemos que ser tolerantes y la tolerancia es algo que desarrollamos sólo según nuestras capacidades. Por eso tenemos que considerar que el prójimo también tiene sus límites de tolerancia que varía de unos a otros. Unos más y otros menos y no debemos probarlos hasta su límite Usualmente esperamos ser tolerados sin considerar los límites de tolerancia que pueda tener el prójimo.
-“Así es como yo soy y hay que tolerarme porque mis intenciones son buenas, aunque mi actitud no lo sea”- Ese concepto no es nada poco común. Se dan cuenta también que esperamos que el prójimo sea más paciente con nosotros que nosotros con ellos. Esto puede llegar a extremos indescriptibles. Yo me he sentado a oír personas que son totalmente insoportables y se quejan de la actitud de los demás. Esa queja es para poder vivir ellos mismos con su propia actitud. O sea, lo que están haciendo de una manera muy ingenua es tratando de hacer al prójimo lo suficientemente intolerable para no tener que cambiar ellos mismos.
¿Saben qué es muy triste en la vida espiritual? El ver una vez tras otra el límite que nos ponemos los humanos en cuanto a nuestro crecimiento interno. Es muy común que un individuo, cuando ve que ha llegado a un cierto grado de inteligencia y que comparado con otros tiene más virtudes o conocimientos, comience a sentirse por encima de los demás. Así es como la negación o las fuerzas del mal atrapan a los inocentes. Los hacen sentir que comparados con ciertos otros ellos saben más, o hacen más, o hacen mejor las cosas, etc. Además de que, en ciertos casos, según la negación se va haciendo mayo, entran en la idea de que sus virtudes no están siendo tomadas en cuenta. Esa es la historia más antigua que conocen los místicos y es por eso que se voltean en contra de sí mismos para defenderse de las fuerzas del mal y hacen todo tipo de ejercicio espiritual que nosotros vemos como castigos, para no caer en el orgullo y la arrogancia, porque saben que con eso pierden todo lo caminado.
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