NUESTRO PROPÓSITO:
Lección del Martes 13 de Marzo 2007
El propósito de sentarnos en estas clases y de meditar de diario no es un placebo. Es una disciplina para ir soltando conceptos sociales y emocionales y vivir nuestra propia verdad. Grandes filósofos han discutido que si hay una sola verdad o existen muchas verdades. Todavía no se ha llegado a la conclusión que existe una sola verdad que varía de persona a persona y de una situación a otra. Lo que es verdad para uno, no es verdad para otro. Lo importante es que cada uno viva su verdad. Hilda se molestaba mucho cuando nosotros nos creíamos que estábamos haciendo algo que, según nosotros, ella quería que hiciésemos. En realidad, luego me di cuenta que a ella no le importaba mucho, o quizás nada, sino que nos estaba dando una lección por dejarnos llevar por ideas sin investigar a fondo. Al principio no lo comprendía, pero después de que lo fui comprendiendo pude observar la frecuencia con que lo hacía. El que nos enseña, tiene eso en su vida como único propósito. Hay quienes le dedican toda su vida a la música, otros a la pintura y otros a otras cosas y aunque lleven una vida aparentemente igual a la de todos los demás, no se pueden desviar de su enfoque principal. Lo mismo hacen los místicos. A nosotros se nos hace más fácil comprender como un ser humano puede dedicar todo su tiempo y toda su vida a la pintura o alguna otra carrera o ocupación, que el hecho de que se la pueda dedicar a Dios que es como echarse un volado porque no se ve ni se siente nada sólido o práctico. Pero para los místicos Dios es lo único sólido o práctico. Todo cambia a nuestro derredor, nuestros amigos y compañeros cambian, nuestra familia cambia, nosotros cambiamos, pero Dios no cambia. Nuestros conceptos de Dios cambian, pero Dios no cambia. Los místicos saben que una vez que hayan llegado a ese nivel, nada más cambia y continúan viviendo en la Tierra de una forma diferente a todos los demás. La forma de entenderlo no existe y la forma de explicarlo aún menos. Sólo que tiene que tener preferencia en uno. No se confundan con las diferentes versiones de las diferentes religiones. Dios es algo tan extremadamente profundo e incomprensible que tu verdadera fe toma lugar sólo cuando lo aceptas en su incomprensible totalidad. Esto es como decir aunque no lo entiendas. Estamos acostumbrados a entender primero para creer después. Con Dios no existe ese proceso. A Él no se le entiende nunca porque pasamos de la fe a la unión y nunca cruza por el entendimiento. Sin embargo, sí pasamos por incomprensibles experiencias que no podemos decir que no son reales. Mientras más creemos, más se nos revela de la misma incomprensible manera.
Toda nuestra meditación y todo nuestro aprendizaje son para ir logrando que se vaya desarrollando un acercamiento interno en nosotros. Según nuestra fe va incrementándose y se va reforzando, la presencia Divina va tomando espacio. Contrario al conocimiento común y aquel con que crecimos, tenemos que reformarnos primero y corregir errores para luego poder acercarnos a Dios ¿Cómo sabemos nosotros si estamos lo suficientemente limpios como para recibir la presencia Divina? Y si en cierto momento creemos que debido a nuestros esfuerzos, al tipo de vida que llevamos y nuestras buenas obras merecemos un acercamiento divino, entonces sería como reclamarle, además de que sería orgullo.
El aspirante tiene que aceptar que su trabajo es humilde y es interior. Los pasos que damos son como puntos a nuestro favor y punto en contra, pero no existe ser humano que pueda llevar esa contabilidad, aunque muchos tratan de hacerlo. Nuestra plática con Dios debe ser sincera, no porque haya que decirle la verdad a Él que lo conoce todo. Él no necesita que le contemos nuestros pecados. Lo que estamos haciendo es sólo una observación interna de nosotros mismos y sí debemos de estar al tanto de nuestros errores. Indiscutiblemente que vamos a cometer muchos errores de los que no estamos conscientes. Y eso es parte de nuestro trabajo, encontrarlos y corregirlos para poder avanzar. Muchas veces nos quedamos atorados en las cosas más insignificantes. Eso se debe sólo a la falta de discernimiento espiritual.
Cuando yo era muy joven, pensé que le había fallado a Dios y decidí alejarme a ser y vivir como en realidad yo pensé que yo era. Sin preocuparme mucho de la obsesión de los pecados con que había vivido por tanto tiempo. No fue hasta que conocí a la Maestra Hilda que comencé a tomar otra ruta y pensar que todavía existía una oportunidad en mí, a pesar de todas mis fallas. Entonces me pude ver a mí y a todos mis compañeros como seres en desarrollo, más que como seres condenados. Me dio gusto ver llegar tantos a Hilda con tanta fe y observar los cambios en cada uno. Ya cuando comencé a profundizar un poco más con ella me di cuenta como algunos, a pesar de lo que se estaba exponiendo no continuaban para poder llegar a un conocimiento mayor. Pude ver los límites que nos ponemos cada uno que no son ni siquiera tentaciones del demonio, como tratan de ilustrarlos, sino falta de mirada interior. La Tierra nos distrae en infinidad de cosas pero descubrí que en lugar de tratar de alejarnos de ellas para acercarnos a Dios, es más eficaz acercarnos a Dios tal y como estamos para que entonces Él nos ayude a alejarnos de todo lo demás.