TOMANDO DECISIONES

 

Extracto de la plática de Lionel del domingo 12 de febrero 2006

 

Los que han estado meditando y llevando su vida de forma espiritual, trabajando con sí mismos y examinando situaciones y cambios desde un nivel de consciencia más allá del mundo material, tienen que llegar al momento en que todo lo que suceda a su alrededor lo tienen que ver, tratar, manejar y resolver dentro de la misma forma. Es muy importante que comprendan esto, porque si no lo comprenden van a dejar un espacio vacío (en inglés hay una palabra muy buena que describe esta especie de vacío – la palabra es “gap” - aquellos que conozcan el idioma se podrán dar cuenta que acertada está) - En la vida, ese vacío se manifiesta en  momentos como cuando estamos pasando por una situación y buscamos una solución inmediata de la manera más obvia y más rápida, sin darle tiempo a que la situación, que está ahí por algún motivo, pueda llegar a madurar y hacer que suceda lo que tiene que suceder. Los humanos queremos pasar de un lugar a otro y lo que se nos ocurre enseguida es construir un puente para seguir nuestro camino, aún sin saber a dónde vamos, lo importante es seguir adelante. Pero en la realidad de nuestra existencia no es así. A veces tenemos que quedarnos donde estamos aunque sea difícil para dar lugar a que se desarrolle lo que se tenga que desarrollar. Si tenemos la profundidad interna para poderlo hacer, entonces el puente se construye por sí mismo, pero en ese caso es un puente sólido y real que nos lleva exactamente al siguiente paso o situación. Sin embargo, si tomamos lo que nosotros consideramos como el camino corto, ése puede que sea el más largo porque todo lo que se hizo fue encontrar una aparente situación, sin conocer el propósito de la situación real por la que estamos pasando. Jesucristo podría muy bien haberse escapado y no haber permitido su captura, como lo había hecho en otra ocasión. Juana de Arco podría haber firmado el papel que le pusieron por delante el cual  negaba que había tenido esas visiones y no habría muerto en la hoguera, pero habría muerto en otro sentido, porque los santos no son sólo seres buenos y piadosos sino sabios. Es por eso que nosotros no comprendemos su forma de actuar ni de pensar).

Tenemos ya que comprender que hay un proceso y una forma de vivir y resolver las cosas que no es de la manera terrenal, porque esas situaciones no son formadas en la tierra ni pueden ser resueltas en la tierra a no ser que uno las maneje desde otro espacio. Creemos que podemos conseguir lo que queremos y muchas veces sí es así, pero no siempre sabemos escoger lo que es mejor para nosotros. La inteligencia sólo nos sirve si la usamos de inteligentemente. Tenemos que aprender a resolver haciendo lo práctico en más de un nivel a la vez. Lo que aparenta ser práctico materialmente, puede no ser práctico espiritualmente, es por eso que los conocedores trabajan en más de un plano a la vez y su preocupación es poder alcanzar los planos más altos para poder decidir, en lugar de ver sólo las soluciones aparentes. Entiendan que las soluciones aparentes no siempre son las correctas porque en la mayoría de los casos sólo resuelven las situaciones en un nivel, mientras se quedan pendientes en otros. Si tienen un verdadero interés en aprender oigan esta enseñanza en el CD o el cassette , o léanla una y otra vez hasta que la entiendan. (Aquí se está haciendo un arreglo para que eventualmente se puedan oír las lecciones por la Internet, pero ya eso está más allá de mi muy limitado conocimiento tecnológico)

Es curioso que esta lección ha llegado esta mañana casi al despertar. Desperté pensando que había aprendido algo y que era algo que ya yo sabía pero que se estaba ilustrando ante mí. Al mismo tiempo está totalmente relacionada con dos situaciones diferentes de personas allegadas a mí que vinieron conmigo para que les ayudara. Los casos eran muy diferentes, pero ambos estaban muy confiados en que se les ayudaría a encontrar, por la vía del conocimiento, si no la solución instantánea,  al menos cómo se deberían de manejar.

Tenemos que aprender a encontrar nuestras respuestas más allá de nuestra mente. Debemos usar la mente para lo que es de la mente y a Dios para lo que es de Dios y saber la diferencia. No tenemos que profundizar para cambiar una bujía o conectar y saber manejar un aparato. Pero sí tenemos que estar conscientes en todo momento de que si funciona es porque hay una energía principal. La prueba está en que a veces la bujía no prende porque está fundida, pero la energía si está ahí. De igual manera la voz del conocimiento está en nosotros, pero a veces no nos alumbra porque nuestro switch (o encendedor) no funciona o no sabemos donde está. Entras a un cuarto oscuro y no sabes donde está el switch, por lo tanto no puedes prender la luz, aunque la luz está ahí. Si tienes suerte encuentras una vela y la prendes. Con la luz de la vela, te puedes ayudar a hacer lo que tenías que hacer en el cuarto o puedes encontrar el switch que te lleva a la luz. La vela no es la luz pero te lleva al switch que te lleva a la luz. De la misma manera, los que nos enseñan no son la luz pero nos llevan al switch que prende la luz que está en nosotros.

Aprendan a manejar todo interiormente mediante la oración, la contemplación, la reflexión y todos los métodos que se les han ensañado. No vean cada situación que se les presente como si fuese el fin del mundo. Ni lo que aparenta ser la solución más práctica sin verdaderamente examinarla en su interior. Podemos encontrar a veces soluciones emocionales que puede que resuelvan temporalmente el problema, pero también puede que interrumpan el curso que una situación tenga que llevar para llegar a su cúspide que fue para lo que se manifestó. Esto es muy importante. Dos hombres vinieron conmigo para asegurarse de tomar la decisión correcta antes de seguir adelante. Dos hombres por los que siento amor y respeto porque son seres rectos y muy especiales para mí. Y no es tanto el hecho de que yo les dé la solución sino que los guíe a encontrar la solución que está en ellos mismos. Comparto esto con ustedes para que les ilustre de alguna forma como trabajar interiormente.

Ahora voy profundizar un poco más porque, después de todo, para eso vinieron. Cada ser que llega a encarnar en este mundo viene con el mismo propósito. El propósito de enmendar sus fallas, pagar por sus deudas o errores de vidas anteriores y terminar elevándose a un estado de consciencia de un nivel más alto del que vino. Aunque desconozca esto conscientemente, se va a beneficiar de su estancia en la Tierra porque de todos modos su vida está en su inconsciente y su vida viene  planeada para que así suceda. Puede ser que haya algo que opaque por completo el conocimiento que está en el individuo y lo distraiga. Aún así este no se beneficiaría de la forma en que se debería beneficiar y quizás hasta cree nuevas deudas pero casi nunca son mayores de las que vino a saldar, porque en la mayoría de los casos, su propio estado de conciencia no se lo permitiría. Tenemos que recordar que la negación, el titubeo, la duda, están ahí, siempre presentes, hasta el último minuto. Y es por eso que tenemos que estar bien centrados y no dejarnos llevar por apariencias que a veces son pruebas que se nos ponen. Estas pruebas, si las pasamos alcancemos un ascenso mayor. Es por eso que tenemos que mantenernos en alerta para que nuestra mente no nos confunda ni nos engañe. A veces  creemos que nos podemos permitir ciertas cosas porque nos hemos prohibidos otras y eso es un error. Así es como nos tienta la negación que está en nosotros mismos. Esto ha sido ilustrado en escrituras de una forma  u otra, pero la más clara para nosotros está ilustrada en la Biblia y se conoce como “la tentación de Cristo”. De tal importancia es este suceso que aparece tres veces: en Lucas 3:4, en Mateo 4:1 y en Marcos 1:12 – Cuando Jesús ya estaba en conocimiento total de sí mismo a lo que se refiere la Biblia textualmente como “lleno del Espíritu Santo” – “se dejó llevar por el Espíritu” – eso es nuestra voz interna – “a través del desierto” – o sea donde ya no existe nada. El desierto simboliza el vació interno, donde ya no hay nada. Ni ambiciones, ni preocupaciones, ni dudas – “donde estuvo 40 días” – una cuarentena, la cuarentena siempre simboliza el tiempo de prueba en un cambio – “y fue tentado por el diablo” – ya esto es como la última prueba del mundo, por eso los maestros y los adeptos lo simbolizan diciéndonos que lo último que vamos a ver antes de ver a Dios es al diablo – “En todos esos días – dicen las escrituras – “no comió nada y al fin tuvo hambre. El diablo le dijo entonces: ‘Si eres hijo de Dios manda a esta piedra que se convierta en pan’. Pero Jesús le contestó: “Dice la Escritura: El hombre no vive solamente de pan”. “Después el diablo lo llevó a un lugar más alto, en un instante le mostró todas las naciones del mundo y le dijo: ‘Te daré poder sobre todos estos pueblos y te entregaré sus riquezas, porque me han sido entregadas y las doy a quien quiero. Todo será tuyo si te arrodillas delante de mí’. Pero Jesús le replicó: ‘La Escritura dice: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás.” Entonces lo llevó el diablo a Jerusalén, lo puso sobre la parte más alta del Templo y le dijo: “Si tú eres el Hijo de Dios, tírate de aquí para abajo; porque dice la Escritura: ‘Dios ordenará a sus ángeles que te protejan. Ellos te llevarán en sus manos para que no tropiecen tus pies en alguna piedra.’ Pero Jesús le replicó: ‘Dice la Escritura: No tentarás al Señor tu Dios”. Habiendo agotado todas las formas de tentación, el diablo se alejó de él para volver en el momento oportuno.” - O sea que nosotros nunca deberemos sentirnos demasiado confiados de nosotros mismos. Pero no vean esto sólo como una escritura o un relato de lo que le pasó a Jesús, porque era Jesús, porque si así lo hacen, pierden identificación. Aquí se está hablando de nosotros mismos. Observen ese diálogo, no con personajes como Jesús y el diablo y ciertamente no pensando en ese ser feo de colmillos y alas de murciélago, como lo ilustran los pintores medievales. Vean esa conversación como algo interno, porque si la negación se nos aparece en persona lo más probable es que salgamos dando de gritos en lugar de sentarnos ahí a conversar. Porque a nosotros nos llega de otra manera. Estamos haciendo un ayuno y decimos ¡Ay qué bien nos caería un licuado de chocolate! No nos lleva el demonio de la mano a la fuente de soda. Si pensamos de esa forma no nos identificamos con la realidad. Véanlo como un diálogo interno: ¿y pa’ qué estoy haciendo este ayuno? ¿me creo que soy santo o algo por el estilo?  Y a Dios que le interesa, a lo mejor ni se da cuenta o a lo mejor se está riendo de mí que creo que voy a adelantar algo con esto….Con eso no creemos que estamos siendo tentados por el mal si no que simplemente es algo que estamos pensando nosotros. “¿Para que meditas tanto?” – nos dice nuestra voz interior “¿de veras crees que vas a alcanzar algo? No hombre, esas son tonterías” – Y eso nos lo puede decir un amigo, un compañero de clase o de trabajo, etc. No tiene que venir vestido de demonio porque entonces sí que no le haríamos caso – Imagínense al hombre diciendo: “la verdad que tengo hombre y si pudiera convertir esas piedras en pan lo haría...o quizás algo como: “Mira no más esas tierras, si se me antojara podría tomar posesión de ellas… Y cuantos hombres no han llegado a poseer países, donde han matado gente, donde han dejado morir a muchos de hambre…Cuántos de esos podrían haber sido almas desarrolladas, con cierta inteligencia que a lo mejor sí tuvieron la idea de ayudar a su pueblo pero que cuando llegaron al poder fueron tentados por la negación. Piensen en los seres que hicieron lo mismo y no fueron tentados, sino que hasta dieron su vida, me viene a la mente un simple cortador de leña que llegó a ser Presidente de los EEUU: Abraham Lincoln que murió por haber liberado a los esclavos y nada lo detuvo.

Si se nos presentara el diablo para decirnos algo, ni le daríamos la oportunidad por el pavor que nos daría, por eso la negación, que para empezar mora en nosotros porque le hemos abierto el espacio, viene muy convincentemente y nos hace creer que somos nosotros mismos los de la idea y además nos la hace sentir como una idea buena.


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